Categoría: Woody Allen

  • Coup de Chance (Woody Allen – 2023)

    Coup de Chance (Woody Allen – 2023)

    En Coup de Chance Fanny y Jean parecen el matrimonio ideal: ambos son profesionales consumados, viven en un precioso apartamento en un exclusivo barrio de París y parecen tan enamorados como cuando se conocieron. Pero cuando Fanny se cruza accidentalmente con Alain, un antiguo compañero de instituto, cae rendida a sus pies. Pronto vuelven a verse y se acercan cada vez más.

    • IMDb Rating: 6,5
    • RottenTomatoes: 84%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    Tras más de medio siglo de carrera es inevitable que las películas de Woody Allen se parezcan no sólo entre sí sino también a las que han hecho sus fans e imitadores. Y Francia ha tenido y sigue teniendo muchos de ellos. Es por eso que, en más de un sentido, Coup de Chance, su primera película hablada en francés, parece más la obra de algún cineasta de ese país que ha intentado copiar algunas de sus fórmulas que una propia. Y los resultados son los que uno podría esperar de una situación así: una película amable, liviana, con algún dejo de tensión y misterio pero finalmente bastante intrascendente. Algo que se parece bastante a las que viene haciendo Allen en todo este siglo.

    La trama podría salir de muchas películas suyas previas pero también de incontables dramas, comedias o thrillers franceses, que manejan los vericuetos y ambigüedades de la vida amorosa mejor que Allen y sus connacionales. Es ahí donde cierta tradición del “cine francés” se conecta muy bien con las películas de Woody: en ese reconocimiento de que ciertas cuestiones propias de las relaciones de pareja revisten una importancia dramática comparable a otros temas supuestamente más trascendentes. Sin ir más lejos Eric Rohmer hizo toda una carrera dándole vueltas a eso mismo.

    Aquí la protagonista es Fanny (Lou de Laâge), una joven parisina casada en segundas nupcias con un millonario y un tanto pedante financista llamado Jean (Melvil Poupaud), que la usa claramente como si fuera un trofeo de caza, deporte que tanto parece gustarle. Es que tras su fracaso anterior con una pareja más bohemia, la chica parece dispuesta a tolerar el mundo de aburridos ricachones con los que él se rodea y con quienes solo se habla de dinero y cosas que ella considera superfluas. El lujo, se ve, tiene su encanto también.

    Todo se complica cuando casualmente se cruza en su vida Alain (Niels Schneider), un ex compañero de escuela que, se lo confiesa él de entrada, estaba entonces enamorado de ella. Alain es un prototipo del cine del director de Manhattan: un escritor, un tipo bohemio sin trabajo fijo que cambia de ciudades cada tanto y que ahora habita un coqueto altillo en París que quién sabe cómo paga. A Fanny le moviliza el encuentro –Alain es el tipo de hombre que le gusta de verdad, después de todo– y tras unos inocentes almuerzos compartidos estamos ante un previsible e inevitable affaire, con las satisfacciones e incómodos ocultamientos que eso implica.

    Jean, por su parte, será vanidoso e intelectualmente limitado, pero es bastante celoso para ser un tipo que se muestra tan seguro de sí mismo. Y, como no es ningún bobo, no tarda en notar que algo raro le pasa a Fanny, por lo que contrata a unos detectives privados a ver si la chica oculta algo. Claramente, a los «sabuesos» no les cuesta nada enterarse de lo que está sucediendo y, de allí en adelante, mientras Allen y su DF Vittorio Storaro nos muestran una colorida y digitalmente luminosa Paris otoñal (filmada por algún motivo con sobreabundancia de grandes angulares), Coup de Chance consistirá en ver cómo se enreda y complica más y más el asunto.

    Allen se maneja en un tono equidistante entre la comedia, el drama y el thriller. Si bien apunta a lo primero –desde la música, las actuaciones y cierto tono humorístico de algunas situaciones–, aquí no están las típicas bromas propias del autor. De a poco, más que nada a partir de los cruces de información, cierto dramatismo aparece en escena, pero tampoco se ahonda al respecto. Y el tercer elemento que gana peso, sin llegar a ser del todo dominante, es el ligado a la tensión y al suspenso. ¿Qué harán los detectives con la información? ¿Qué hará Jean si se entera? ¿Qué pasará con la parejita? ¿Qué roles tendrán las personas, como la madre de Fanny, que están al tanto de la situación?

    Quizás lo mejor de Coup de Chance pase por la forma casi casual en la que Allen levanta la apuesta dramática sin casi despeinarse. Pasan cosas fuertes en el film, cosas que lo conectan a títulos como Crimes and Misdemeanors o Match Point, pero a diferencia de esas películas, aquí nunca se pierde del todo la ligereza, aún en los momentos supuestamente más intensos. De hecho, lo más fuerte que la película tiene para mostrar sucede fuera de campo.

    Coup de Chance no se aleja demasiado de lo que Woody viene haciendo en las últimas décadas. Es mejor que sus últimas, seguramente, pero mi impresión es que está por debajo de Blue Jasmine y Cafe Society. Que muchos críticos estadounidenses la pongan a la altura de sus mejores obras –más de uno ha dicho que es su mejor film en décadas– tiene más que ver con que, al estar hablada en francés, no tienen el oído tan fino para registrar lo buenos o malos que son los diálogos o las actuaciones como sí lo hacen cada vez que filma en los Estados Unidos. Para los que siempre leemos los subtítulos, es más evidente que las diferencias no son tantas.

    No estamos ante el gran regreso de Allen, tampoco ante una hecatombe artística. Es una película más (la número 50) que prueba que el hombre sigue con sus temas y obsesiones intactas –el azar es un elemento importante aquí, algo también reiterado en su filmografía–, y que esas no cambiarán ni por la locación ni por el idioma. Sus películas ya no volverán a ser lo que fueron, ni a tener la influencia que tuvieron, a lo largo de sus primeros 25 años de carrera (que incluyó más de 20 películas, muchas de las cuales son excepcionales), pero siguen apareciendo, cada vez más espaciadamente, dando una difícil pelea contra el cambio de época, pelea que por distintos motivos parece irremediablemente perdida. (Diego Lerer – MicropsiaCine.com)

  • The Purple Rose of Cairo (Woody Allen – 1985)

    The Purple Rose of Cairo (Woody Allen – 1985)

    Mientras Cecilia trabaja como camarera en Nueva Jersey, mientras la Gran Depresión azota a Estados Unidos, su marido se dedica a hacer el vago. Su única distracción es el cine, al que va una y otra vez para evadirse de la dura realidad y soñar con un mundo de champagne, trajes de noche y fiestas elegantes. Una noche, el protagonista de su película favorita, The Purple Rose of Cairo, se fija en ella y atraviesa la pantalla para conocerla.

    Premio FIPRESCI (Festival de Cannes 1985)

    Mejor Guion (Premios Globo de Oro 1985)

    Mejor Película y Mejor Guion Original (Premios BAFTA 1985)

    Mejor Guion (Asociación de Críticos de Boston 1985)

    Mejor Película Extranjera (Premios César 1985)

    Mejor Guion (Círculo de Críticos de Nueva York 1985)

    • IMDb Rating: 7,7
    • Rotten Tomatoes: 92%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    Escapar. A veces –muchas veces- queremos escapar de lo que nos rodea. Y si la fuga no puede ser física, por lo menos aspiramos a que sea mental: una distracción que apague, borre, calme, apacigüe, refresque, sane o mitigue. Cualquier cosa que nos haga olvidar ese presente no siempre en paz y nos permita soñar. La ficción es una buena forma de escapar y el cine es un proveedor instantáneo y constante de ficciones en busca de un espectador que beba de ellas.

    En los momentos de crisis el cine siempre ha ofrecido un alivio particular o colectivo, brindando un efecto catártico que está en la base de su función como entretenimiento. Géneros “escapistas” como el cine de aventuras, el cine de terror, el musical o la comedia brindaron esperanza en momentos clave de la historia del siglo XX y a nivel personal continúan y continuarán ayudando a los espectadores a encontrar un refugio.

    Woody Allen sabe muy bien de esas bondades del cine y quiso por ello contarnos una historia que ocurre en una época histórica concreta y crítica: la depresión económica de inicios de los años treinta en los Estados Unidos. Un pueblo sumido en la pobreza se aferraba al cine como una de las pocas herramientas de distracción barata que le quedaba. Y Hollywood le brindaba un universo absolutamente ajeno a la realidad que se vivía fuera de los teatros. En esos filmes la sofisticación de las situaciones era la regla: escenarios exóticos, gente de mundo, dandis despreocupados, mujeres frívolas, fiestas perpetuas, licor y los infaltables teléfonos blancos (que incluso fueron un género per se en el cine italiano de finales de la década), símbolo de riqueza y boato. ¿Quién querría mostrar en el cine esa realidad demasiado cruel y dura? Era mejor volver imágenes una quimera aspiracional que fuera tan soleada como imposible de alcanzar en esos momentos. Recuerden a Gran Hotel (Grand Hotel, 1932), Cena a las ocho (Dinner at Eight, 1933), Design for Living (1933), Twentieth Century (1934), The Richest Girl in the World (1934) o The Gay Divorcee (1934) y tendrán ejemplos de esa tendencia que la RKO convirtió en su marca.

    De un lado estaba la realidad gris y de otro lado la fantasía cálida. Era obvio que cualquier espectador de esos años hubiera querido saltar al mundo de la pantalla, como ocurrió con Buster Keaton en Sherlock Jr. (1924) una película a la que Woody rinde homenaje aquí. Sin duda era menos predecible que un personaje de la pantalla –un personaje de una película proyectada- pasara al otro lado, al real, para él también escapar. ¿Huir al mundo real? ¿A ese mundo empobrecido y ruinoso donde los autos no encienden sin la llave, los contendores no son nobles y donde no hay un fundido negro tras un beso apasionado? Esa es la anécdota básica que dio origen a The Purple Rose of Cairo (1985) la brillante y conmovedora historia con la que Woody Allen declara su amor al cine y a sus posibilidades redentoras.

    El personaje que huye de la pantalla lo hace prendado de una mujer, Cecilia (Mia Farrow), una constante espectadora de un teatro de New Jersey que ahoga sus penas conyugales y laborales hundiéndose con ellas en las películas que ve una y otra vez. Estamos en los años treinta y Cecilia vive con un hombre desempleado que abusa de ella, le es infiel y le quita las pocas ganancias que obtiene trabajando como mesera y lavando ropa. El cine y sus estrellas son su única válvula de escape ante semejante situación. Hasta que un día Tom Baxter, el personaje de una película que ella ve asiduamente y que se llama precisamente The Purple Rose of Cairo, la ve, la identifica y decide salir al mundo real a conocerla. A huir juntos. Cecilia quería escapar de la realidad y terminó acompañando a un ser de ficción que se decidió a hacerlo antes que ella. Lo absurdo de la situación le sirve a Woody para jugar y hacer comedia con los contrastes que se viven entre el candor de Tom Baxter –su personaje es un aventurero y poeta, y conserva esas características- y la dureza de la situación social que se vive en ese momento. Así mismo se vive un sainete surrealista entre los personajes de la pantalla, estancados por la ausencia de Tom en un relato que no puede avanzar.

    Entre Tom y Cecilia germina un romance al que se suma una complicación adicional, la aparición de Gil Shepherd, el actor de Hollywood que interpreta a Tom (a ambos personajes los encarna Jeff Daniels), y que termina también enamorándose de Cecilia, que es una fanática de su cine. Acá esta película va acercándose a El jeque blanco (Lo sceicco bianco, 1952) de Federico Fellini, en la que una joven de provincia llega a Roma en su luna de miel y se escapa para conocer al jeque blanco que protagoniza su fotonovela favorita para encontrar tan solo a Fernando Rivoli, el actor que interpreta a ese personaje de ficción (que solo existe en el contexto de la fotonovela) y acabar desilusionándose con la realidad vulgar que este representa.

    La tensión entonces en The Purple Rose of Cairo es exactamente entre la ficción y la realidad; entre la idealización del celuloide y el desencanto terrenal; entre el sueño y la vigilia; entre la perfección que no existe y la imperfección que todo lo cubre. Woody es un director que se ha resistido a que sus personajes dejen de estar atrapados en los confines de la realidad y permite que se liberen por medio de la magia, el espiritismo, lo onírico, lo sobrenatural. Lo malo es que él está consciente que esos antídotos son de corta duración y que más temprano que tarde la realidad se impondrá con su contundencia. Reversando la situación inicial, Cecilia visita el mundo de celuloide y en blanco y negro donde vive Tom Baxter y descubre que la champaña en realidad es ginger ale y que los rascacielos son decorados de cartón. Pero lo que en verdad descubre es que ella no pertenece a ese mundo. “La fantasía es mucho mejor que la realidad. Desafortunadamente no podemos vivir en la fantasía y estamos forzados a vivir en esta horrible realidad en la que nos encontramos por razones inexplicables”, le explicaba Woody a Richard Schickel al referirse a esta película.

    Cecilia parece ir de la niñez a la adultez en este filme. De vivir fantaseando roles y vidas ajenas pasa al final a aceptar su entorno y a entender que llega un día en que uno despierta y se reconoce adulto, con todas las responsabilidades y frustraciones que eso implica. Al final de The Purple Rose of Cairo la burbuja de ensoñación le explota en la cara y ella tiene que volver a empezar.

    Los directivos de Orion Pictures se sintieron frustrados con el final pesimista de la película, pero Woody no iba a cambiarlo, así le advirtieran que eso repercutiría en la taquilla. Para él el final justifica todo el filme, ese final donde de nuevo, tras su fantástica aventura –que bien podría haber ocurrido en un sueño como le ocurrió al protagonista de Sherlock Jr.– ella está frente a una pantalla de cine. Está viendo Top Hat (1935) y Ginger Rogers y Fred Astaire bailan para ella esa hermosa melodía de Irving Berlin que es Cheek to Cheek. Ahí está la ficción otra vez, dándole la certeza de encontrar siempre un bálsamo infalible, un escudo mental frente a tanta ignominia errática. Entrégate, deja que el cine te salve, Cecilia, puede que nada ni nadie más venga en tu ayuda. (Juan Carlos González A. – tiempodecine.co)

  • A Rainy Day in New York (Woody Allen – 2019)

    A Rainy Day in New York (Woody Allen – 2019)

    En A Rainy Day in New York, Gatsby Welles y Ashleigh son una joven pareja enamorada de universitarios que se dispone a pasar un fin de semana en la ciudad de Nueva York. Ella va a entrevistar al reconocido cineasta Roland Pollard, que pasa por un momento de crisis creativa, y durante su azarosa aventura conocerá al cautivador actor Francisco Vega. Por su parte, Gatsby también conocerá a una joven, Chan, que le ayudará a poner en orden sus sentimientos. El lluvioso fin de semana estará plagado de encuentros, desencuentros y equívocos.

    • IMDB Rating: 6,6
    • Rottentomatoes: 58%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

    https://www.youtube.com/watch?v=IwRsgSN7iR8

     

    Volvió Woody Allen al mundo, excluyendo a los Estados Unidos donde, paradójicamente, se sitúa A Rainy Day in New York, como el nombre lo indica. En fin, no vamos a entrar aquí nuevamente en la cuestión acerca de la vida privada de Allen, sus problemas con la ley y con las acusaciones. Hablemos de cine.

    Es evidente que Woody no tiene mucho más para decir respecto del mundo, y que, con el tiempo, se ha vuelto un poco más misántropo aunque todavía cree en cierta forma del amor. Aquí hay varias historias, cuyo núcleo es el personaje de Elle Fanning, una chica que no solo tiene que pasar un fin de semana con su novio en Nueva York sino, también, realizar algunas entrevistas para un trabajo relacionado con el mundo del cine. Esto se estructura con personajes que ya son modos de Woody: la chica que parece ingenua y termina ridiculizada, la joven buena, el joven inseguro y un poco neurótico, los señores con poder y un poco o un mucho lascivos.

    De algún modo, todos estos personajes son destilados del propio Woody, más allá de la obviedad de que pertenecen a su cerebro. Son, también, la representación ambigua de su Nueva York, ciudad amada pero siempre vista un poco como esas cosas que nunca se alcanzan, a la que en última instancia –como a la protagonista– se ridiculiza un poco.

    Hay buenas frases, buenas secuencias y buen humor. Y hay una idea en tiempos en que la juventud se ve como vanguardia del mundo: la edad no garantiza bondad o inteligencia. Ni para mal ni para bien. No es poco. (Leonardo D’Espósito – noticias.perfil.com)

    Un joven inteligente, algo displicente, amigo del poker y las viejas melodías tocadas al piano en los night clubs, quiere mostrarle a su novia lo más bonito de Nueva York. La chica es una provinciana luminosa, carnosa, periodista en ciernes, que quiere entrevistar a un director de moda. Pronto los enamorados van a desencontrarse. Cándida y voluntariosa, ella vivirá riesgosos encuentros con tres típicos personajes del negocio del cine. Lánguido y suspicaz, él será orientado por tres mujeres de diversa experiencia en materia de amoríos, no tanto de amores. En el reencuentro, cada quien será, como decía Samuel Tayor Coleridge, “si no más rico, más sabio”.

    Eso es, básicamente, lo que ocurre en A Rainy Day in New York, esta suerte de vodevil americano, entretenido, gozoso, revelador, sentimental y cínico al mismo tiempo, lleno de frases ingeniosas, una atrás de otra, amén de situaciones irónicas, lindas locaciones y suaves temas de Errol Garner, Irving Berlin y otros músicos de mejores tiempos. En la apertura se disfruta la voz de Bing Crosby haciendo “I got lucky in the rain”. Hacia la mitad, Timothée Chalamet canturrea decentemente “Everythings happen to me”. Al final, más que una canción, habrá dos elecciones. Una de ellas será entre Elle Fanning, la rubia, la inocente, y Selena Gómez, la morocha, la despabilada (en otros tiempos habría sido “la mala”).

    En síntesis: el maestro Woody Allen, autor de este deleite, nos devuelve enriquecido y actualizado el humor de las comedias de los ’30 previas a la censura del Código Hays, y el humor de sus propias comedias de comienzos de los ’80. El resultado es bien placentero, aunque alguna gente le tire piedras por una acusación desautorizada en Tribunales, o sencillamente porque no entiende algunos chistes, por ejemplo cuando alguien dice que un cuadro de Hyeronimus Bosch, nada menos, lo pone romántico. (Paraná Sendrós – ambito.com)

  • Hannah and her Sisters (Woody Allen – 1986)

    Hannah and her Sisters (Woody Allen – 1986)

    En Hannah and her Sisters, tres hermanas de caracteres muy diferentes, hijas de un matrimonio de actores, mantienen entre sí una estrecha relación. La mayor, Hannah, la que tiene un carácter más fuerte, está casada con un rico empresario y su vida parece equilibrada, perfecta. Actriz de éxito, esposa y madre ejemplar, se ha convertido en el centro de gravedad de toda la familia. Holly, la segunda, sensible e inestable, sueña con ser actriz. Lee, la pequeña, es una ex-alcohólica que vive en una buhardilla del Soho con un pintor minimalista mucho mayor que ella. Mucho menos afortunadas que Hannah, las hermanas suelen recurrir a ella cuando necesitan consejo o tienen problemas económicos. Pero esta situación comienza a tambalearse cuando Elliot, el marido de Hannah, se enamora de una de las hermanas de su mujer.

    Mejor Actor de Reparto, Mejor Actriz de Reparto y Mejor Guión en los Premios Oscar 1986
    Mejor Película – Musical o Comedia en los Premios Globos de Oro 1986
    Mejor Director y Mejor Guión en los Premios BAFTA 1986
    • IMDb Rating: 8,0
    • RottenTomatoes:  93%

    Película / Subtítulo 

    Inspirándose en un universo vagamente chejoviano -la referencia a «Tres hermanas» no es nada casual-, Woody Allen construyó uno de sus films más compactos, en el que sólo alguna innecesaria salida de tono altera la consistencia general. Moviéndose entre el drama intimista y su genuina concepción de la comedia, consigue un alto grado de intensidad emotiva al mismo tiempo que propone múltiples objetos de reflexión.

    Hannah and her Sisters encuentra su mayor punto de atracción en lo humano y cotidiano de sus personajes: sus deseos, sus necesidades y sus dudas, que lo hacen fácilmente identificables con el público. Además de esta permanente dualidad expuesta en sus ambiguos retratos, existen climas mas cercanos al cine de Renoir o de Bergman, donde el cineasta parece encontrar inspiración para rendir cierto tributo.

    Woody Allen no deja de ver el mundo exterior y sus implicancias en el pequeño y férreo núcleo social que analiza. Mas allá de esta percepción general hay, como siempre en su obra, la particularidad de plantear a su manera, y en este caso con alguna reminiscencia de Chejov, los dilemas emocionales de sus personajes, la conciencia de dolor y de culpa y las líneas humorísticas que suavizan el relato. Sin embargo, en Hannah and her Sisters hay una utilización del recurso de flashbacks y de historias paralelas, lo que hace compleja la narración, entrelazada con su habitual maestría y oficio. Como aditamento al contexto, Allen sabe dotar su siempre excelente elección musical para combinar tonos de jazz, opera y clásica.

    El elenco del film se complementa para cada uno ocupar su lugar y funcionar a la perfección. Cubriendo a una gama emocional más abarcativa que de costumbre, el propio Allen se quita protagonismo en su clàsica composiciòn de ese minúsculo e hipocondríaco hombrecito traumatizado, dando mas peso al personaje de Michael Caine como un infiel aventurero y en menor medida al genial Max Von Sydow. El trío femenino de la película cuenta con Mia Farrow, Barbara Hershey y Dianne Wiest, en el rol de tres hermanas conflictuadas en medio de los vaivenes de las relaciones matrimoniales, potenciando una estructura narrativa que sin dudas favorece el aporte de estas intérpretes y se hace fuerte en contenido y forma.

    Hannah and her Sisters es un mosaico de Manhattan donde se muestran amores, infidelidades y relaciones de pareja. El realizador neoyorkino, un autentico poeta de las relaciones humanas de edad mediana, con una comedia cálida y perceptiva, inteligente y profunda, aborda una vez mas las clases temáticas que son su obsesión.

  • Blue Jasmine (Woody Allen – 2013)

    Blue Jasmine (Woody Allen – 2013)

    En Blue Jasmine, una mujer rica y glamourosa de la alta sociedad neoyorquina, se encuentra de repente sin dinero y sin casa. Decide entonces mudarse a San Francisco a vivir con su hermana Ginger, una mujer de clase trabajadora que vive con su novio en un pequeño apartamento.

    Mejor Actriz en los Premios Oscar 2013
    Mejor Actriz en los Premios Globo de Oro 2013.
    Mejor Actriz en los Premios BAFTA 2013
    • IMDb Rating: 7,3
    • RottenTomatoes: 91%

    Película / Subtítulo

    Los grandes directores son esos que -entre otras cosas- son capaces de sorprender, de renovarse, de reinventarse cuando la mayoría de los espectadores ya los dan por “hechos”. De Woody Allen ya no esperaba más que películas simpáticas, ocurrentes, ingeniosas, más o menos inspiradas, pero siempre menores, sustentadas casi siempre en una sola idea/premisa con cierto gancho. Match Point y Midnight in París no estaban mal, es cierto, pero tampoco fueron las genialidades que sus fans incondicionales aclamaban.

    No creo que Blue Jasmine alcance a ser una obra maestra, pero queda muy cerca. Es, sin dudas, la película más profunda, inteligente e inquietante que Woody hizo en mucho, muchísimo tiempo. Es un salto cualitativo enorme -en todos los terrenos que se puedan analizar- frente a la flojísima To Rome with Love, un regreso con gloria cuando la mayoría de los cineastas a los 77 años ya está de vuelta o a punto de colgar los botines. Luego de su tour europeo (Londres, Barcelona, París, Roma), Woody vuelve a su país (Nueva York y San Francisco en este caso) y parece recuperar el pulso perdido. Es como si con este regreso a casa se hubiese enfocado en contar una historia intensa y provocativa, y no en construir institucionales turísticos al mejor postor (léase las ciudades que le financian sus emprendimientos en el Viejo Continente). Famoso por su trabajo con decenas de actrices (empezando, claro, por sus musas Diane Keaton y Mia Farrow), Allen suma a su galería de (anti)heroínas a una inmensa, descomunal, deslumbrante Cate Blanchett, en una interpretación pletórica de matices (es graciosa y triste, querible y detestable a la vez) que le valdrán decenas de nominaciones y premios de aquí al Oscar.

    Blanchett es Jasmine French, una sofisticada cuarentona de Park Avenue caída en desgracia. En efecto, la película está narrada con elegancia entre dos tiempos. Por un lado, conocemos el pasado a través de su matrimonio con Hal (Alec Baldwin), un financista y filántropo a-la-Bernie Madoff que construye una fortuna a base de fraudes, estafas y engaños (incluso hacia ella). Pero, claro, todo terminará de la peor manera. En la actualidad la protagonista sigue con sus vestuarios y accesorios de Channel y Hermès, pero no tiene ni un centavo. Así, recala en lo de su hermanastra Ginger (Sally Hawkins), una divorciada con dos hijos que deja de lado los múltiples desaires de Jasmine y la recibe en su casa de San Francisco. De su pasado despreocupado de compras compulsivas, yoga, pilates y cenas benéficas, la ex millonaria pasará a vivir de prestado, a estudiar computación y a trabajar como recepcionista en un consultorio odontológico. Jasmine es una auténtica alma en pena. Alcohólica y adicta a las pastillas (no hay frasco de Xanax que le alcance), subsiste en medio de una angustia permanente que la lleva a ataques de pánico y colapsos nerviosos. Pero es, también, una mujer brillante y manipuladora, cínica y cruel, a la que Woody describe muchas veces de una manera tan sádica que en la comparación los hermanos Coen parecen directores contratados por Disney. El maestro neoyorquino obliga a Blanchett en este tour-de-force a pendular entre la verborragia desbordante y silencios tan o más incómodos todavía con la mirada perdida y el semblante devastado. Juntos, logran esa verdadera hazaña cinematográfica que consiste en dotar de humor y ligereza a los momentos más pesados y trágicos, y darle carnadura y múltiples connotaciones a las situaciones aparentemente más livianas. Woody -fiel a su costumbre- contrapone los universos de la burguesía codiciosa de Manhattan con esos héroes de la clase trabajadora (albañiles, empleadas de supermercado) que parecen salidos de un film de Mike Leigh, pero esta vez los extremos se unen en una mirada siempre desoladora y desencantada donde imperan el machismo y la desesperación.

    Blue Jasmine es una fábula moral que ha sido comparada varias veces con A Streetcar Named Desire  (obra que la misma Blanchett hizo en Broadway) y que significa una vuelta superadora a algunas cuestiones esbozadas en Crimes and Misdemeanors hay lugar no sólo para las contradicciones entre ambas medio hermanas, sino también para el lucimiento de varios secundarios masculinos: el seductor sin alma de Baldwin, el ex marido de Ginger (Andrew Dice Clay), el actual novio de ella (Bobby Cannavale), un amante ocasional (Louis C.K.), un dentista acosador (Michael Stuhlbarg) y un diplomático ricachón con ambiciones políticas (Peter Sarsgaard), que podría ser la salvación de Jasmine.  Más allá del notable trabajo de casting y del lugar destacado que Allen le da a cada uno de esos personajes, Blue Jasmine es un one-woman show. Es que la película está pensada para, enfocada en y sostenida por Cate Blanchett, una mujer que puede fascinarnos por su belleza, aterrarnos por su maldad, conmovernos con su llanto e indignarnos con sus desplantes iracundos. Una protagonista que ni el mejor Pedro Almodóvar hubiese imaginado posible. Una actuación prodigiosa para una película que reivindica por completo a este Woody maduro y, esta vez sí, brillante.