Categoría: Carlos Vermut

  • Mantícora (Carlos Vermut – 2022)

    Mantícora (Carlos Vermut – 2022)

    En Manticora el veinteañero Julián es un exitoso diseñador de videojuegos que vive atormentado por un oscuro secreto. Cuando Diana aparece en su vida, Julián sentirá cercana la oportunidad de ser feliz.

    Mejor Actor y Mejor Cartel en los Premios Feroz 2022

    • IMDb Rating: 7,2
    • RottenTomatoes: 100%

    Película (Calidad 1080p)

     

    «La oscuridad no puede sacarnos de la oscuridad, sólo la luz puede hacerlo».
    Martin Luther King

    El año 2022 fue excelente para el cine español, se han estrenado muy buenas películas y de entre ellas mi favorita es la de Carlos Vermut, este genial creador de inquietantes universos psicológicos quien con Mantícora se consolida como uno de los más grandes realizadores del panorama nacional actual.

    Vermut pone su luz sutil en uno de los temas más escabrosos de la oscuridad humana, lo hace con su habitual maestría artística y con la valentía de los que exponen en libertad sin condicionarse a los resultados de taquilla. A partir de un excelente guion que él mismo firma, nos sumerge en una historia en torno a dos jóvenes de personalidades perturbadas que empiezan a conocerse en atracción mutua. Dos jóvenes a quienes les dan excelente vida Nacho Sánchez encarnando a Julián, un diseñador de videojuegos al que tortura una siniestra perversión y Zoe Stein como Diana, una joven con tendencia a establecer relaciones de dependencia tóxica con los hombres.

    Mantícora evoca al monstruo de la mitología persa emparentado con los tigres y cuyo significado etimológico viene a ser «devorador de personas». Ese ser temible diseña Julián como avatar del videojuego que prepara la empresa para la cual trabaja y en la que él está profesionalmente muy bien considerado. Otra cosa es su aceptación social, son pocos los que logran establecer contacto personal con Julián por su modo de ser solitario y cerrado, es por ese motivo que lo tienen por el raro del equipo. Nadie lo conoce en realidad, lo conoceremos poco a poco nosotros los espectadores quienes seremos testigos de su intimidad. Y descubriremos al pedófilo y monstruo pederasta en ciernes que él encarna, lo descubriremos sin sobresaltos y sin necesidad de apartar la mirada. Todo gracias al sublime oficio de Vermut quien muestra sin mostrar. Un Vermut que además de alguna manera consigue que empaticemos con Julián a pesar de su turbadora verdad. Luego, tras nosotros, lo sabrán en su trabajo cuando por un descuido de Julián se desvele lo monstruoso que anida en él. Y por extensión, a través de su reducido círculo de conocidos, será Diana quien conocerá de golpe el reverso oscuro de su amado.

    Diana, una joven cuya prioridad vital es el cuidado de su padre enfermo y que a pesar de su apariencia más sociable la iremos descubriendo también paulatinamente como una persona de oscuridad algo monstruosa aunque socialmente mejor aceptada. Nadie o casi nadie acepta a un ser como Julián que encarna lo más abominable de la condición humana, sin duda es difícil abrazar a un pederasta, abrazar a un devorador de inocencias. En cambio sí puede llegar a ser bien vista una personalidad cuidadora obsesiva como la de Diana. Parece que el cuidar en exceso o el arquetipo del sacrificio abnegado ejerce en algunos una fascinación extraña.Pero tal y como ocurre en la película quien así se comporta establece vínculos tóxicos con los que dice cuidar. Así, sus cuidados más que sanadores pueden llegar a acrecentar la dependencia del dependiente.

    Vermut nos muestra a dos almas perdidas, un tigre de infancias y una cuidadora tóxica. Nos las muestra en neutralidad a modo de luz que se sumerge en su incómoda oscuridad sin buscar recrearse en ella sino más bien con voluntad de interrogarnos en lo profundo de nuestro ser. A mi entender este es el mayor valor de Mantícora, el plantear debates acerca del papel de la sociedad ante los pederastas, el papel de los profesionales de todos los ámbitos implicados y también el de la gente de su entorno afectivo; especialmente —entiendo— el papel de esas personas allegadas tras descubrir tan cruda realidad en el compañero, amigo o amado. Da el tema para mucho debate, así ocurrió en mi caso con mi acompañante al salir del cine tras el visionado de la película (¡qué gratificantes esas conversaciones inducidas por el arte cinematográfico!).

    A modo conclusión dejo en el aire algunas preguntas que surgieron entonces y que aún resuenan en mí: ¿Es necesario abrazar a un monstruo sea pederasta o dictador sanguinario?, ¿soluciona el problemón la terapia profesional?, ¿soluciona el apartar al monstruo o más específicamente el apartarse del allegado monstruoso? ¿Hay terapia real sin el abrazo de corazón?, ¿o es que no hay terapia para semejantes monstruos? (Jordi Mat Amorós i Navarro – CineYLiteratura.cl)

  • Quién te Cantará (Carlos Vermut – 2018)

    Quién te Cantará (Carlos Vermut – 2018)

    En Quién te Cantará, Lila Cassen era la cantante española con más éxito de los noventa hasta que desapareció misteriosamente de un día para otro. Diez años después, Lila prepara su triunfal vuelta a los escenarios pero, poco antes de la esperada fecha, pierde la memoria al sufrir un accidente. Violeta vive dominada por su conflictiva hija, pero cada noche escapa de su realidad haciendo lo único que la hace feliz: imitar a Lila Cassen en el karaoke donde trabaja. Un día Violeta recibe una fascinante propuesta.

    Mejor Actriz Revelación en los Premios Goya 2018

    • IMDb Rating: 7,1
    • RottenTomatoes: 82%

    Película (Calidad 1080p)

     

    Una historia de dobles y de amnesia. Un drama de madres e hijas. Un musical sobre una cantante y otra que la imita. Una reflexión sobre la cinefilia y la manera en la que también algunos cineastas necesitan relacionarse (copiar y luego romper) con la historia del cine de su propio país. Todo eso es Quién te Cantará, la nueva película de Carlos Vermut, el director de Magical Girl, una historia que, bajo el disfraz de un drama de suspenso psicológico, trafica una trama de influencias, inspiraciones y “vampirismo” cinematográfico.

    Lila Cassen (Najwa Nimri, de Los Amántes del Círculo Polar) es una ultra-famosa diva del pop español que en apariencia ha tenido un accidente que la ha dejado amnésica. Ya hace diez años que ha dejado de cantar y vive de las regalías de sus más grandes éxitos, pero tras el accidente su situación económica se vuelve aún más precaria, lo que lleva a su amiga y mano derecha Blanca (Carme Elias) ha tratar de que Lila vuelva a los escenarios al menos. Pero ella ya no sabe ni sus canciones ni sus movimientos y ni siquiera se reconoce en esa diva, a quien ve como si fuera otra persona, alguien ajeno a ella misma.

    Pero fortuitamente aparece una posible tabla de salvación. Una tal Violeta, muy fan de esta especie de Madonna ibérica, que la imita a la perfección en un karaoke cercano a su caserón playero. La tal Violeta (Eva Llorach) vive sola con una hija de veintipico de años bastante intensa y caprichosa. Y cuando Blanca se acerca una noche a pedirle que la ayude a Lila a “recuperar su memoria” (al menos la escénica) para poder salir de gira, la mujer no puede creer lo que le está sucediendo.

    Quién te Cantará se transformará así en una historia de dos mujeres, una original y otra imitadora, aunque la copia sepa más de la otra que la auténtica. Pero hay otras mujeres –madres e hijas– que suman a esta cadena de dobles y espejos entre dos mujeres, dos familias y un largo cruce de relaciones. En un estilo melodramático y recargado que hace pensar en una suerte de Vertigo, de Hitchcock, reinventado por alguien que vio también mucho cine de Pedro Almodóvar, Vermut pone en juego esos temas en la mesa de una manera extraordinaria, ya que si bien nos queda en claro todo el tiempo de qué quiere hablar casi nunca se aleja de la verdad emocional de los personajes. Dos mujeres, dos artistas, una larga cadena de influencias, copias, dobles y espejos deformantes.

    Nimri, seca y de gesto adusto, está a la perfección como esa estrella pop en crisis que guarda secretos que ella misma parece no recordar. Su fiel asistente es otro clásico personaje de la fauna del melodrama, acaso al final no aprovechado del todo cuando la trama se vuelva más un “mano a mano” pero siempre inquietante y casi fantasmagórico. Pero la verdadera revelación, y el centro que funciona como el acceso de el espectador a ese mundo es Llorach, que como en una película de Todd Haynes (otro cineasta que puede sentirse afiliado a este equipo de melodramistas que se citan, imitan y matan) pasa la barrera del fan y experimenta la vida al lado de la diva que tanto ama y que hoy se ha vuelto una sombra de lo que fue.

    Es en ese sentido que Quién te Cantará es, utilizando la música como eje, una reflexión sobre el cine, sobre los padres/madres que copiamos y que debemos “matar” para seguir avanzando y cómo esa misma relación puede darse vuelta y volverse en contra nuestro. Quién te Cantará explora esa zona de la relación entre maestros y alumnos, creadores e imitadores, a partir de la historia de ambas mujeres. La de Lila, que se irá descubriendo con el correr del relato. Y la de Violeta que está más clara en su tensa relación con su hija, acaso la única parte de la película en la que la presencia del guion (es un personaje más “funcional” que creíble) se hace más evidente, casi obvia.

    Formalmente más clásica y no tan rebuscada como Magical Girl en su enloquecedora trama, la película de Vermut responde a los cánones de los melodramas clásicos de los ’50 con ese toque a lo Almodóvar que hace pensar que hasta esa misma relación (maestro-alumno, diva-fan) es esceníficada en esa relación de comprensión, ayuda, pero también de amor-odio entre la diva que fue y que intenta volver a ser, y la única que puede ayudarla a lograrlo. En medio de esto, canciones (como la que da el título al filme o la también clásica “Procuro Olvidarte”), números musicales y coreografías un tanto ridículas, sorprendentes revelaciones y vueltas de tuerca, en una historia que mete al espectador “en zona”, invitándolo a su tempo denso, oscuro y ominoso, casi un gótico contemporáneo en un contexto pop.

    Tengo la impresión que Vermut es hoy el cineasta español con más potencia y personalidad entre los que trabajan dentro de un sistema de producción industrial (no cuento aquí a los más independientes). Su cine, como los personajes de su película, recicla autores y reinventa géneros, imita y será imitado, homenajea y será homenajeado. Altera la línea y el trazo, pero es parte de la historia. (Diego Lerer – MicropsiaCine.com)

     

  • Diamond Flash (Carlos Vermut – 2011)

    Diamond Flash (Carlos Vermut – 2011)

    En Diamond Flash, Violeta está dispuesta a lo que sea por encontrar a su hija desaparecida. Elena guarda un extraño secreto. Lola quiere saldar cuentas con su pasado. Juana necesita que alguien la quiera sin condiciones ni preguntas, y Enriqueta sólo busca que le hagan reír. Estas cinco mujeres tienen algo en común: todas están relacionadas con Diamond Flash, un misterioso personaje que cambiará sus vidas para siempre.

    • IMDb Rating: 6,6

    Película 

    El cine está cambiando. Al nivel de las superproducciones, por ejemplo, llevan varios años intentando encasquetarnos el 3D, con cada vez más directores de renombre apuntándose a la moda y cada vez más avances técnicos introducidos para volver a ese concepto de espectáculo en el séptimo arte. En el lado contrario, el de las producciones más modestas, también hay nuevos mecanismos como el crowdfunding o las estrategias de marketing, y nuevas cámaras que permiten rodar con cada vez menos presupuesto. Centrándonos en este segundo nivel, la clave es hacer más con menos, sobre todo si se trata de una ópera prima. Al arrancar un proyecto, las dificultades son numerosas, por lo que lo mejor es apostar por algo nuevo, algo original, que sorprenda y sea lo suficientemente memorable como para financiar un segundo proyecto, teniendo en cuenta que el primero no puede haber costado demasiado. Y Carlos Vermut es muy consciente de ello. Dibujante contrastado, ha debutado tras las cámaras hace un par de años con Diamond Flash, todo un hito en el cine de consumo online. Y lo ha hecho confiando plenamente en su experiencia creativa, asumiendo la responsabilidad de todos los departamentos principales del filme: la fotografía, el montaje, el guion, la producción y la dirección. Un esfuerzo titánico que demuestra la increíble capacidad de este hombre todoterreno, y que ha permitido tanto asegurar una visión libre y única de la película como abaratar al máximo sus costes.
    Pero la nimiedad de su presupuesto queda también patente al comprobar la limitación de sus decorados, la sobriedad de sus acciones e incluso su acabado visual. Los primeros son casi todos interiores naturales con apenas atrezo, con una ambientación intencionadamente cutre y una iluminación mínima y resolutiva. Las segundas se basan en largas y a veces reiteradas conversaciones entre dos personajes sentados frente a frente, sin apenas moverse del sitio. Y el último resulta del dispositivo de video que proporciona una cámara fotográfica en HD. Sin duda existen pocos largometrajes con menos medios que éste, el cual no tiene en cambio nada que envidiarle a los que cuentan con muchos más medios ni a los que tienen un presupuesto mucho más holgado. ¿Por qué podemos afirmar esto? Pues porque Vermut tiene el talento y la sabiduría necesarias para apoyar su filme en una historia que basa todo su poderío en sus personajes y sus diálogos. Recordemos con todo que dicha historia, especialmente en una ópera prima, no puede ser anodina y debe llamar la atención, y a menudo ello se logra recurriendo a un estilo innovador o a una técnica heterodoxa. Sin embargo, en el caso de Vermut, la originalidad proviene casi únicamente de los dos aspectos mencionados: en lo que respecta a la planificación técnica, la misma sigue con escasas excepciones la regla más llana y segura, la del plano/contraplano. Por tanto, la capacidad de sorpresa y de éxito queda incluso más circunscrita, y su realización tiene incluso más mérito.
    En concreto, Diamond Flash nos cuenta una historia de mujeres, con vidas a priori independientes pero que acaban entrelazándose a través del oscuro antihéroe/superhéroe que da título a la película. La misma está dividida en cuatro capítulos, y sigue las tramas de una madre soltera cuya hija ha sido secuestrada, de una mujer maltratada por su pareja, de dos lesbianas afincadas en un restaurante abandonado y de una asesina que pretende que la hagan reír. La narrativa adquiere de hecho un decidido aire tarantiniano, aunque su ritmo y montaje son mucho más pausados, y su alcance más cercano e intimista. Los diálogos también tienen algo de Tarantino, mezclando con envidiable verosimilitud el realismo y la estilización, y algunos de los personajes tampoco estarían muy alejados del universo del de Tennessee. Pero es más bien en sus contadas secuencias, individualmente consideradas, donde encontramos lo realmente asombroso de esta película. Se trata de ese halo misterioso, de creciente intensidad, que Vermut consigue imprimir a cada momento, dándole la vuelta a situaciones aparentemente triviales e imaginando giros y secretos que otorgan un significado mucho más profundo e intrigante a dichas secuencias. Esto se consigue diseñando cada una de ellas en base a motivaciones claras: las citadas conversaciones, aunque a veces puedan parecer vagas e intrascendentes, son siempre sinceras y francas, y sobre todo se producen con acciones o propósitos en la mente de los personajes, no con simples ideas o pensamientos. Por ello, Diamond Flash, pese a sus apuntadas premisas, consigue estar repleta de energía y de dinamismo.
    Ahondando en los dos aspectos anteriormente destacados, nos encontramos asimismo con unas actrices en estado de gracia, todas desconocidas pero bendecidas con unos personajes fuertes y vibrantes que facilitan su interpretación. Los mismos están cuidadosamente elaborados, y se expresan con tanta naturalidad que cosechan enseguida nuestra simpatía por muy oscura o reprochable que sea su naturaleza. Por su parte, los diálogos discurren con el mismo tipo de naturalidad, pero se detienen cuando la secuencia en cuestión alcanza su punto climático, y la misma pasa a resolverse con unas lágrimas, unos gemidos, unas risas, un silencio o incluso un pedo. Esto último nos indica igualmente que Vermut se atreve con algunos momentos que podrían resultar pueriles o absurdos, pero que más bien resultan hipnóticos quizás por inesperados, aunque todos los minutos anteriores, por ese magnetismo oculto del que hablábamos, nos hayan ido conduciendo hacia tal desenlace. Además, esa sensación recurrente en todo el metraje permite que el mismo no parezca nunca inconexo, por mucho que a menudo la relación entre las tramas sea argumentalmente débil. Dicho de otro modo, nos creemos que una cosa lleva a otra, que una escena conduce a la siguiente, por esa fascinación anhelante que nos producen, aunque su causalidad sea relativa. Lo que lleva a cabo Vermut es en definitiva una manipulación del relato cinematográfico, no tanto transformándolo, sino sacándole el máximo jugo posible a sus elementos más esenciales. Pues, al fin y al cabo, el cine está cambiando pero no tanto como para abandonar sus señas de identidad.
  • Magical Girl (Carlos Vermut – 2014)

    Magical Girl (Carlos Vermut – 2014)

    Luis, profesor de literatura en paro, trata de hacer realidad el último deseo de su hija Alicia, una niña de 12 años enferma de cáncer terminal: tener el vestido oficial de la serie japonesa de dibujos animados Magical Girl Yukiko. El elevado precio del vestido llevará a Luis a intentar encontrar el dinero de forma desesperada cuando conoce a Bárbara, una atractiva joven casada que sufre trastornos mentales, a su vez relacionada con Damián, un profesor retirado con un tormentoso pasado. Los tres quedarán atrapados en una oscura red de chantajes, en la que instinto y razón entran en conflicto.

    Concha de Oro a la Mejor Película y Mejor Director en el Festival de San Sebastián 2014
    Mejor Actriz en los Premios Goya 2014
    Mejor Actriz, Mejor Actor de Reparto, Mejor Guión y Mejor Cartel en los Premios Feroz 2014
    • IMDb rating: 7.5
    • RottenTomatoes: 100%

    Película

    Magical Girl, la más intrigante y precisa lectura de un tiempo confuso (el nuestro). Perfecta

    Ningún resumen narrativo, o de trama, puede hacerle justicia alguna. Es una película cuya concatenación de acontecimientos es más que improbable, cuyos personajes son inexplicables en un sentido convencional y con una puesta en escena muy alejada de lo convencional. Es, a la vez, un extraño policial negro, una mirada despiadada sobre la crisis actual en España y una obra de autor con un mundo muy personal, al punto que me hizo acordar a otros grandes nombres del cine español, de Buñuel a algunos Almodóvar y hasta algunos viejos –los primeros– filmes de Bigas Luna o Juanma Bajo Ulloa. No porque se parezcan, necesariamente, sino porque pertenecen a un mundo tan privado y desconectado del de los demás, que muchas veces la apreciación de este tipo de película depende y mucho de nuestra voluntad y deseo de aventurarnos a ese tipo de desconcierto.

    Lo curioso es que Magical Girl no está para nada “desconectada” del mundo real, solo que se conecta de una manera muy lateral y esquiva. De hecho, cada tanto, los personajes hablan de la crisis económica, del paro (ninguno de los protagonistas trabaja), de “el ser español” (hay un par de monólogos en ese sentido que me hicieron un poco de ruido), pero lo que sucede está más cerca de ser una mezcla de una trama de David Lynch con una puesta en escena más bien seca y dura, casi a contramano de la trama que cuenta. La segunda película de Vermut cuenta tres historias interconectadas, o más bien a tres personajes cuyas vidas terminan conectándose de las formas menos pensadas.

    A su manera lynchiana, Magical Girl es una original película sobre la crisis y sobre cómo la desesperación va generando, entre los caídos de la economía, una suerte de trampa mortal. Está contada con una trama plagada de coincidencias y situaciones más que improbables, pero en todo momento Vermut nos deja ver –gracias a la por momento radicalmente seca puesta en escena– el costado mecánico de esa construcción. Sí, por momentos se pasa de metafórica y hasta alegórica (el texto sobre los españoles siendo una mezcla de instinto y racionalidad, el uso de la Constitución Española para intercambiar dinero o un rompecabezas que Damián arma y desarma bordean lo obvio), pero la extrañeza que recorre cada actitud y cada plano hacen que uno nunca pierda la fe en la película. Sabe, en todo momento, que está en buenas manos. Y la extraordinaria media hora final –casi de policial negro clásico, con un toque “mágico”– deja aún más en evidencia esa sensación.