Categoría: Ernst Lubitsch

  • Cluny Brown (Ernst Lubitsch – 1946)

    Cluny Brown (Ernst Lubitsch – 1946)

    Cluny Brown una joven apasionada de la plomeria, es enviada por su tío a servir como criada en una rica mansión inglesa. La vida como sirvienta es dura, pero sus días los alegra un refugiado checo, invitado de los dueños de la mansión, que ha huido del nazismo. Ambos se identifican como «almas desplazadas», pero ella no quiere nada romántico con su agradable nuevo amigo.

    Mejor Actriz y Premio Rol de Composición en el Festival de Locarno 1946

    • IMDb Rating: 7,4
    • RottenTomatoes: 79%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    Cuando Ernst Lubitsch murió, en su funeral alguien dijo: «Se acabó Lubitsch», a lo que el gran William Wyler replicó: «peor aún, se acabaron las películas de Lubitsch». Y es que el Séptimo Arte no hubiera sido el mismo de no haber existido este gran director, maestro de la sutileza que con un sólo plano era capaz de transmitir un montón de cosas. Maestro entre los maestros destacó sobre todo en la comedia, con títulos como Ninotchka o To Be or Not to be, pero sería injusto no hablar de sus aportaciones en el drama, como la impresionante Broken Lullaby, o en la mezcla de ambos géneros con Heaven Can Wait, para un servidor la mejor película de Lubitsch, con unos inconmensurables Don Ameche y Gene Tierney.

    Cluny Brown es la última película que dirigió al completo Lubitsch. Dos años después falleció en pleno rodaje de una nueva película, la cual fue terminada por el no menos grandioso Otto Preminger. La película cuenta la historia de una joven muchacha que es enviada por su tío a una imponente casa a servir como doncella. Ella es una chica muy alegre con enormes ganas de vivir y le será un poco difícil adaptarse a un ambiente tan distinguido. En dicho ambiente se debatirá entre el amor de un farmacéutico (un panoli de mucho cuidado) y un hombre europeo vividor y alegre que huye del nazismo. El inicio de Cluny Brown, en el que se nos presenta a los dos personajes principales, es sencillamente maravilloso. Con una habilidad impresionante para los diálogos asistimos a un encuentro de distintas formas de pensar y de vivir, tanto en el personaje masculino interpretado por Charles Boyer, como en el que interpreta Jennifer Jones. En medio de ellos, el anfitrión de una fiesta desesperado porque van a llegar sus invitados, y todo tiene que salir bien. Con dicha fiesta se acaba lo que sería el primer acto del film que se cierra con el que probblemente sea el mejor gag de la película. No diré nada más que un grupo de personas reunidas alrededor de un piano, mientras una de ellas toca y canta un tema, de repente…no, me lo callo, pero es absolutamente desternillante.

    Ahora que he nombrado a los actores, decir que Boyer está increíble en su papel, tremendamente irónico y divertido al mismo tiempo. En cambio, uno de los errores de la película es tener que aguantar durante todo su metraje a la insoportable de Jennifer Jones, que por culpa de estar casada con David O. Selznick consiguió un montón de papeles en el cine. A pesar de que su personaje es muy interesante, y desde luego es el eje central del relato, la actriz se pasa de rosca, y Lubitsch no consigue controlarla del todo.

    El resto de actores están por supuesto a la altura, y la labor de Lubitsch es encomiable, en cuanto a puesta en escena y manejo del tempo narrativo en una película que avanza a pasos agigantados, gracias a la fluidez de sus diálogos, los cuales están llenos de dobles sentidos como era habitual en el cine de su director. Por poner un ejemplo, todo lo relacionado con la obsesión de Cluny Brown por arreglar cañerías es una clara referencia sexual, con la cual Lubitsch se salta la censura de la época y se lo restrega por la cara durante toda la proyección, ya que es algo a lo que recurre en varias ocasiones. Incluída la resolución de cierta situación, en la que se permite criticar el puritanismo de ciertos repugnantes personajes, aunque dicha escena es más bien dramática.

    A pesar de la maestría de Lubitsch, no estamos ante una película perfecta. Para empezar, resulta un poco forzado el primer encuentro de los dos personajes principales. Al igual que la aparición de uno secundario que simplemente sirve para justificar la presencia del principal en un determinado lugar, personaje que aparece y desaparece a capricho propio. Y por útlimo, la resolución de la historia quizá sea demasiada precipitada y fácil.

    Aún así una buena película, que recupera en algunos momentos al mejor Lubitsch, y que cierra una de las más grandes filmografías que haya habido en el Cine. Billy Wilder siempre le profesó una gran respeto y le consideraba el más grande de todos. Quizá Dios tenía razón, pero elegir a esos niveles es algo muy, muy difícil, y que yo desde luego no pienso hacer. (Alberto Abuín – Espinof.com)

  • Broken Lullaby (Ernst Lubitsch – 1932)

    Broken Lullaby (Ernst Lubitsch – 1932)

    En Broken Lullaby y tras la Primera Guerra Mundial, Paul Renard, un joven francés, vive obsesionado por el recuerdo de Walter Holderlin, un soldado alemán al que mató. Después de leer y firmar la última carta de Walter, va a Alemania para hablar con su familia y pedirle perdón. Sin embargo, cuando la localiza y va a hablar con ellos, algo inesperado sucede.

    • IMDb Rating: 7,6
    • RottenTomatoes: 100%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    Entre medias de sus comedias musicales (alguna de ellas con la mítica pareja de Maurice Chevalier y Jeanette MacDonald) y una de sus primeras comedias románticas y sofisticadas (Trouble in Paradise)… se encuentra una película antibélica, una perla extraña en su filmografía, Broken Lullaby. Un intento en periodo de entreguerras, con una Europa tan crispada que iría de cabeza a la Segunda Guerra Mundial, de hablar sobre las heridas de la guerra, la unión entre los pueblos y la posibilidad de perdón. Es interesante analizar cómo el año en que la rodó (realizó cinco películas), 1932, fue un año de transición en su filmografía. Broken Lullaby ha tenido su libre remake en 2016 con la película Frantz de François Ozon. Con su toque y su excepcional empleo del lenguaje cinematográfico crea un relato cinematográfico emocionante con un final hermosísimo… y en solo setenta y siete minutos. A su vez Ernst Lubitsch estaba adaptando una obra de teatro del autor francés Maurice Rostand, L’homme que J’ai Tué.

    En su primera secuencia ya cuenta el horror de la guerra, las heridas e incluso también emplea un humor sarcástico mostrando galones, barbas y espadas impolutas en una ceremonia religiosa. Sin embargo, hay un plano demoledor al principio… el desfile de la victoria en París a través de la pierna amputada de un soldado… Y cuando esa iglesia, con una celebración de la victoria, se queda vacía… solo se ve entre los bancos unas manos de súplica y después el rostro de un joven atormentado, el francés Paul Renard (Phillips Holmes, un joven actor que, ironías de la vida, moriría en la Segunda Guerra Mundial), que necesita una confesión pues busca el perdón. Y decidirá entonces ir a Alemania…

    En la película de Ozon el punto de vista es diferente (recordemos que vemos la historia a través de la mirada de la joven alemana y por ello hay un halo de misterio alrededor de la figura del francés y de los motivos por los que está en su pequeña localidad), y, sin embargo, en la de Lubitsch sabemos todo sobre Paul Renard pero consigue no solo emocionar de forma contenida y enternecer sino que construye una última escena redonda y muy hermosa. Uno de esos finales difíciles de olvidar.

    Y esa escena final se encuentra también en la de Ozon pero a mitad de película… y a ese violín no se le une un piano (como en Broken Lullaby), sino que la interrumpe un desmayo del joven francés y dará pie a la segunda parte de la película, que en la de Lubitsch no existe. Ozon sabe lo que ocurrió en la Historia (que después de la primera guerra vino la segunda) y por eso es consciente de que ese maravilloso final de Lubitsch es imposible y entonces construye una segunda parte cargada de melancolía, pues no es posible la felicidad de los personajes. Lubitsch (que nació en Berlín), sin embargo, estaba haciendo un llamamiento ante la situación negra que se avecinaba en Europa y estaba tratando de construir otro mensaje, un mensaje pacifista. De perdón y encuentro.

    En Broken Lullaby el gran personaje, el que sufre una transformación total, es el doctor Holderlin (Lionel Barrymore). Ante su relación con Paul Renard es consciente de la injusticia de la guerra, de cómo no tiene sentido seguir con las hostilidades, con el odio, de cómo fueron ellos, los mayores, los que enviaron a los jóvenes a la guerra, los responsables… y cómo es tiempo de encuentro y paz. Y así se lo dice a otros padres que han perdido a sus hijos en una taberna donde no es muy bien recibido por su amistad con Renard (Ozon no prescinde de este momento, le sirve para dar continuidad a unas relaciones imposibles, pero en Lubitsch es clave para la transformación del doctor). O también es impresionante la ilusión en los ojos de su esposa (Louise Carter), que antes ha tenido una escena demoledora con otra madre ante la tumba de su hijo ausente. Y la joven alemana (Nancy Carroll), que perdió a su prometido, hijo de los Holderlin, y que vive entregada a sus suegros… ve una posibilidad de seguir siendo feliz, como le escribía su novio en la última carta que pudo enviar, con este francés amigo (una carta llena de significado y que nos ha sido mostrado cuándo su prometido estampó su firma y cómo). Y no tiene temor a las barreras, ni a los cotilleos en su pequeña ciudad, ni al rechazo… por seguir ilusionándose.

    Broken Lullaby es un continuo alarde de Lubitsch de cómo contar con lenguaje cinematográfico, a través de la imagen una historia, y su toque también funciona en el drama. Hay un momento magnífico (hay tantos…) en el cual Paul Renard acude por primera vez a la consulta del doctor. Y el doctor tiene en paralelo el rostro de su hijo en una fotografía enmarcada encima de su mesa y el rostro atormentado del joven francés frente a él…

    Pero Lubitsch regala en su escena final un concierto completo sin nota disonante donde a un violín solitario le acompañan las notas de un piano. Y vemos la sonrisa de Renard. (HildyJohnson.es)

  • Ninotchka (Ernst Lubitsch – 1939)

    Ninotchka (Ernst Lubitsch – 1939)

    En Ninotchka, los camaradas Iranoff, Buljanoff y Kopalski han sido enviados a París para obtener dinero para el Gobierno ruso mediante la venta de las joyas confiscadas a la gran duquesa Swana, que vive en la capital francesa. Los tres camaradas se instalan en un hotel de lujo mientras los tribunales franceses deciden quién es el verdadero propietario de las joyas. El Gobierno ruso envía a Nina ‘Ninotchka’ Ivanovna Yakushova a arreglar las cosas.

    • IMDb Rating: 7,9
    • RottenTomatoes: 97%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    ¡Garbo ríe!“. A partir de esa simple, pero significativa, fórmula se construyó y se vendió Ninotchka, una de las películas más recordadas del maestro Ernst Lubitsch y, al parecer, una de sus favoritas, a pesar de que no fue el director inicialmente previsto para el proyecto (George Cukor la habría dirigido si no hubiese participado en el rodaje de Gone with the Wind). La película, escrita por Billy Wilder, Charles Brackett y Walter Reisch (a partir de un musical de Broadway), suponía la primera incursión en la comedia para Greta Garbo, una de las mayores estrellas del séptimo arte, de ahí que se promocionara el producto con la citada frase, una variación de “¡Garbo habla!“, usada para Anna Christie (1930). La actriz tampoco decepcionó en esta ocasión.

    Garbo iba a reír, pero no sería pronto. Su personaje en Ninotchka es el de Nina Ivanovna Yakushova, una convencida comunista, seria, práctica y fría, determinada a cumplir con su propósito en la ciudad de París y volver, cuanto antes, a su amada patria. A pesar de que todo gira en torno a ella, Ninotchka no aparece en las primeras secuencias de la película. Los primeros minutos están centrados en el conflicto que ocasionará su aparición y en la presentación de los personajes que rodearán a la protagonista, incluyendo a su pareja romántica, León, el Conde d´Agoult.
    Este señor, interpretado por Melvyn Douglas (lástima que no fuera Cary Grant), representa todo lo opuesto a Ninotchka, empezando por su condición de “vividor”. León no tiene profesión (como llega a reconocer en una escena), se limita a disfrutar de la vida, gastar dinero y servir en lo que puede a la Gran Duquesa Swana, exiliada de la URSS, la mujer que va a ocasionar el conflicto central de la trama. Unas joyas que le pertenecieron en el pasado van a ser vendidas en París, donde ella vive ahora, por tres representantes del gobierno soviético, que necesita urgentemente liquidez.

    El Conde acude rápidamente a la ayuda de la Duquesa y consigue negociar con los rusos, encantados con la vida en París, posponiendo la venta de las joyas y casi logrando que se las entreguen a su “protectora”. La respuesta de Moscú no se hace esperar y envían a Ninotchka para que asegure y acelere la venta. Por supuesto, León y ella no tardarán en encontrarse, aunque en un principio desconocen sus identidades y propósitos, en uno de esos enredos tan típicos de la comedia, tan bien explotados antes, tan desaprovechados ahora.

    El choque cultural y de personalidades, así como el incipiente romance, da lugar a un bloque absolutamente desternillante, de lo más divertido que ha dado el séptimo arte. La interpretación de Garbo, hierática, gélida, y las respuestas que da a Douglas, que intenta por todos los medios que ella sonría y caiga en sus brazos, son de antología. Evidentemente, al final, después de los necesarios obstáculos, León consigue su propósito y la analítica y seria Ninotchka estalla en carcajadas, en una secuencia maravillosa en el interior de un restaurante parisino. No sólo son risas, la mujer se ha liberado y ahora entiende porqué sus camaradas (los irrepetibles Iranoff, Buljanoff y Kopalski) no querían volver a Moscú.

    A nadie sorprende que Ninotchka fuese prohibida en la URSS y los países de influencia soviética. La película puede verse incluso, si se quiere, como un producto de carga propagandística, ensalzando la cultura capitalista y hundiendo el orden comunista. Sin embargo, la cuestión es mucho más simple, se trata de libertad y diversión. Y es una película, sin otra pretensión que entretener, no se le puede pedir un análisis comparativo más severo (en cualquier caso, ahí tenemos que la película no pudiese verse en la URSS). En un sitio eres libre para hacer lo que quieras (con reservas), puedes escuchar música y vestir cualquier cosa, mientras que en el otro tienes que repetir fórmulas oficiales, oír la propaganda soviética y vestir de uniforme, si no quieres caer en desgracia. Básicamente, es eso. Y por eso, entre otras razones, resulta tan cómico y tan dramático el cambio que se ve en la película entre París y la capital soviética.

    Porque Ninotchka sobresale por su faceta cómica, y así ha sido recordada, pero no deja de ser una película con dos mitades. O incluso tres. Desde el momento en que la severa comunista se entrega a la vida parisina, el film abandona bastante su tono cómico para abrazar el romanticismo y, por último, el drama, representado por la vuelta a Moscú. El momento en que Ninotchka recibe la única carta de León y descubre que apenas puede leer nada debido a la censura, es realmente triste; y así está iluminado si os fijáis. Por cierto, destacar, antes que se me olvide, la fugaz pero importante presencia del mítico Bela Lugosi, interpretando al temible Razinin, ése del que dependen los destinos de los rusos “traidores”.

    En definitiva, una obra maestra que fue nominada a cuatro Oscars, ahora que estamos tan pendientes de ellos, entre los cuales estaban mejor película y mejor actriz (Greta Garbo). Una película imprescindible que sigue intensa con los años, que revaloriza el cine y que alegra el alma. (Juan Luis Caviaro – Espinof.com)

  • To Be or Not to Be (Ernst Lubitsch – 1942)

    To Be or Not to Be (Ernst Lubitsch – 1942)

    To Be or Not to Be sucede en Varsovia, durante la ocupación alemana. El profesor Siletsky, un espía al servicio de la Gestapo, está a punto de entregar una lista con el nombre de los colaboradores de la Resistencia. Joseph Tura, actor polaco, intérprete de Hamlet y esposo de María Tura, también conocida actriz, intentará evitarlo. Con la ayuda de los actores de su compañía, se hará pasar por el cruel coronel Erhardt y por Siletsky para entrar en el cuartel general de las SS.

    • IMDb Rating: 8,2
    • RottenTomatoes: 98%

    Película / Subtítulos (Calidad 720p)

     

    A día de hoy, sigue sorprendiéndome que artistas como Ernst Lubitsch o Charlie Chaplin tuvieran el atrevimiento de realizar obras como To Be or Not to Be y The Great Dictator, tan premonitorias en su momento, como arriesgadas por su temática. La película que nos ocupa pasa por ser una de las mejores comedias de la Historia del Cine. Los magníficos personajes, los diálogos de doble lectura, el ritmo impuesto por el director alemán y las situaciones surreales que se suceden ininterrumpidamente, forman un conjunto inigualable.

    Polonia acaba de ser ocupada por la Alemania Nazi y el Profesor Stiletski (Stanley Ridges) está a punto de dar al Coronel Ehrhardt (Sig Ruman) los nombres de los líderes de la Resistencia polaca. Para evitarlo, la Resistencia se pone en manos de una compañía de teatro, compuesta por dos grandes actores: Josef Tura (Jack Benny) y María Tura (Carole Lombard), que junto a sus compañeros, montarán un plan para evitar la traición del profesor.

    En To Be or Not to Be siempre están ocurriendo cosas; cuando aparecen sus títulos de crédito, uno acaba preguntándose cómo se puede contar tanto en tan poco tiempo; y es que cuando hay un buen director al mando, esto suele suceder. Al tratarse de una narración tan compleja, sería fácil perderse en ella, pero Ernst Lubitsch maneja como nadie los tempos adecuados para hacer comprender al espectador lo que está viendo en cada momento. Aún así, si otorgáramos todo el mérito de To Be or Not to Be al director alemán, estaríamos obviandodos claves fundamentalesque contribuyeron a su éxito: un magnífico guión, escrito por  Edwin Justus Meyer, y unos actores inspiradísimos, con Jack Benny y Carole Lombard a la cabeza.

    El guión de Meyer hace gala de una inteligencia fuera de lo normal; en él, se suceden situaciones de una comicidad extrema, que pretenden ridiculizar un régimen que estaba destrozando Europa. Las líneas de diálogo son de lo más atrevidas, dando lugar a dobles lecturas, solamente posibles a través de escurridizas insinuaciones anti-censura. La utilización de la compañía de teatro ofrece un sinfín de posibilidades al argumento, desembocando en secuencias sumamente ingeniosas; un claro ejemplo es la protagonizada por Josef Tura, quien engaña en primera instancia al Profesor Stiletski, haciéndose pasar por el Coronel Ehrhardt, y posteriormente al propio Coronel, poniéndose en la piel del Profesor. Es mítica la primera de ellas, en la que Lubitsch utiliza su famosa técnica de repetir un broma varias veces, para acabar rematándola al final de la secuencia: “¿Así que me llaman Campo de Concentración Ehrhardt?”

    El éxito de las mismas, sería inimaginable sin un magnífico reparto, en el que destacan por encima de todos Carole Lombard y el camaleónico Jack Benny, que realiza una exhibición de lo que debe ser un actor cómico; sus interpretaciones de Hamlet en el momento de iniciar las líneas de Ser o no Ser, combinadas con su su enojo al ver que un joven se levanta en mitad de la función, son realmente desternillantes. Igualmente logradas están las secuencias que aluden a las supuestas infidelidades de Maria Tura; se muestran de tal manera que, tanto Josef como el espectador momentáneamente las olvida, gracias a la pericia interpretativa de Lombard. En esta ocasión, el talento de la actriz francesa sirve para que el maestro Lubtisch pueda coronar su obra más ambiciosa con un sketch que lleva preparando desde el principio de la película.

    En definitiva, To Be or Not to Be es una comedia irrepetible. Solamente Lubitsch sería capaz de hacer una película sobre la ocupación nazi de Polonia y provocar mas risas que terror. A través de una compañía de teatro, sus protagonistas vencieron a la Gestapo; a través del cine, Lubtisch contribuyó a derrotar al Régimen Nazi minando su moral. De hecho, después de ver esta cinta, Goebbels salió enfurecido de la sala de proyección y se retiró inmediatamente a su despacho en el Ministerio de Propaganda. (Carlos Fernández Castro – www.BandejaDePlata.com)