Categoría: François Ozon

  • Mon Crime (François Ozon – 2023)

    Mon Crime (François Ozon – 2023)

    En Mon Crime un investigador debe resolver el asesinato de un banquero parisino. Entre una serie de sospechosos llama la atención Madeleine, cuyos deseos de fama y fortuna se interpondrán en el camino de la investigación.

    • IMDb Rating: 6,5
    • RottenTomatoes: 92%

    Pelicula / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    La última película de François Ozon es una fiesta, como lo era París en el período de entreguerras, más allá de los nubarrones que se avizoraban en el firmamento. Precisamente en 1935 transcurre la acción de Mon Crime, basada en una relativamente olvidada obra teatral escrita por Louis Verneui y Georges Berr y estrenada en Montmartre un año antes. Y la fiesta es diáfanamente farsesca, aunque no necesariamente teatral: el director de Dans la Maison sabe y mucho de las diferencias esenciales entre las tablas y la pantalla, dos primos lejanos cuyo parentesco es (debería serlo) apenas superficial.

    Pero el juego ligero, satírico en sus formas y contenido, no impide que la trama gire alrededor de cuestiones que están muy presentes en la agenda contemporánea –los diferentes feminismos, el acoso sexual y el abuso de poder, el tratamiento mediático de los escándalos judiciales–, aunque siempre bajo un barniz burlón y la posibilidad de la parábola bien alejada de los diálogos y situaciones.

    Madeleine Verdier (la rubia Nadia Tereszkiewicz) es una joven actriz poco afortunada en lo profesional y también en el amor: su noviecito es el heredero de una compañía dedicada a la fabricación de llantas de automóviles a quien su familia ya le ha adjudicado prometida. Al comienzo de Mon Crime (el título se explica a sí mismo rápidamente) se la ve huyendo de una lujosa mansión, confesándole minutos después a su compañera de cuarto, una abogada novata interpretada por Rebecca Marder, que su cita con cierto productor teatral terminó extremadamente mal. No sólo la promesa de un papel en un inminente estreno se vio frustrada sino que la muchacha tuvo que forzar su escape del lugar ante los avances sexuales del caballero. No pasan demasiadas horas hasta que un detective de la policía cae en el poco lujoso piso de las chicas en busca de pistas: el famoso productor ha aparecido con un tiro en la cabeza apenas una hora después de la visita de Madeleine.

    Y así se pone en marcha la justicia, encabezada por un fiscal más interesado en cerrar el caso en tiempo record que en iluminar la verdad (Fabrice Luchini divirtiéndose con cada línea de los insólitos diálogos). El primer giro inesperado del guion, base a su vez de la obra original, trae aparejada la autoincriminación en un crimen ajeno. ¿O acaso hay mejor manera de obtener fama inmediata y, tal vez, un futuro de ofertas actorales que estar en las portadas de todos los periódicos durante al menos una semana? Mon Crime se transforma a partir de ese momento en una película de juicios. Un juicio exprés y caricaturesco en el cual la acusada confunde detalles del asesinato con los de otro más famoso, salido de la mente creativa de Puccini, y donde el alegato de la abogada y la confesión de la bella convicta son leídos como un “yo acuso” feminista.

    Ese es apenas el punto de partida, ya que la historia sigue avanzando a velocidad crucero e incluye varias complicaciones inesperadas, como la aparición de una vieja gloria del cine mudo dispuesta a todo con tal de tener su merecida rentrée, cortesía de una Isabelle Huppert en modo guardarropía de lujo. Podrá pensarse, con algo de razón, que Mon Crime es un Ozon liviano e incluso menor, pero el francés sabe perfectamente qué material tiene entre sus manos y la farsa es envuelta con los mejores embalajes y ornamentos, apoyada en un reparto preciso y elegante que también incluye al gran André Dussollier, en el rol de un hombre de negocios capaz de cambiar de opinión en cuestiones de fondo en un abrir y cerrar de ojos. No se trata, de ninguna manera, de un clásico del futuro, pero sí de una celebración del cine como fuente de placeres, homenaje a Billy Wilder incluido. (Diego Brodersen – Página12.com.ar)

  • Peter von Kant (François Ozon – 2022)

    Peter von Kant (François Ozon – 2022)

    Peter von Kant es un director de cine de éxito. Vive con su asistente Karl, a quien le gusta maltratar y humillar. Sidonie es la gran actriz que fue su musa durante muchos años. Ella es quien le presenta a Amir, un apuesto joven de escasos recursos. Peter se enamora de Amir al instante y le ofrece alojamiento en su apartamento y ayudarle a entrar en la industria del cine. El plan funciona, pero en cuanto adquiere fama, Amir rompe con Peter, dejándole solo para enfrentarse a sus demonios. Adaptación libre de Las Amargas Lágrimas de Petra von Kant de Rainer Werner Fassbinder.

    • IMDb Rating: 6,4
    • RottenTomatoes: 78%

    Película (Calidad 1080p. La copia viene con subs en varios idiomas, entre ellos el español)

     

    La espalda, apoyada contra un poste de madera; las manos, atadas a la espalda, con fuerza. La luz que baña el cuerpo no hace más que acentuar la volumetría de los músculos en tensión, la carne prieta y voluptuosa. El rostro, dirigido al foco de luz, sin embargo, parece exhibir todo lo contrario: rasgos relajados, suaves ojos cuya languidez parece provenir de un lugar contradictorio. El hombre está orando en medio de este brutal martirio. O acaso sea más bien este el rostro del éxtasis, del declive del placer, una vez el deseo ha sido satisfecho. El silencio después del clímax. No importa si nos encontramos ante la interpretación de El Greco (1610-1614), la de Guido Reni (1617-1619) —tal vez la más icónica—, o la de Ángel Zárraga (1911). Este hombre es San Sebastián, capitán romano de la guardia pretoriana, mártir condenado a mil saetas por profesar el catolicismo en el imperio. Este santo, torturado por sus incomprensivos coetáneos, ha sido tomado de la iconografía católica y transformado a través de los años en un icono pop del erotismo que supo trasladar a la imagen en movimiento el gran cineasta alemán Rainer Werner Fassbinder. Esta imagen representada en forma de fotografía, de dibujo y escultura, hace acto de presencia hasta la extenuación en la nueva película del francés François Ozon, Peter von Kant. Esto no supone ninguna sorpresa, Ozon ya ha mostrado en más de una ocasión su admiración por el director germano. No únicamente en el año 2000, cuando adaptó al cine la obra teatral Gotas de agua sobre piedras calientes. A lo largo de su carrera, a pesar de ser un cineasta versátil en su estilo, ha demostrado una afinidad especial por la estética y sobre todo por la temática y la sensualidad fassbinderianas, presente, por ejemplo, en 8 Femmes (2002).

    Así, Ozon se atreve nuevamente a compartir en pantalla su filia por el alemán. En esta ocasión firma una versión de Las amargas lágrimas de Petra von Kant, estrenada, por cierto, hace exactamente cincuenta años en este mismo Festival de Berlín. Esta —una de tantas— rima temporal entre ambas películas acentúa un interesante ejercicio referencial que no denominaremos remake. El primer plano interior se superpone al del filme original, sin resultar previsible o carente de originalidad propia. Superpuestos, ambos son elementos propios. El caso que nos ocupa abre con Karl (Stéfan Crépon), el asistente, encarnación del sumiso, quien recibe una reprimenda del director de cine Peter Von Kant, desde la cama, tras haber sido despertado a mediodía al abrir las cortinas de su habitación. Ambos conviven en una suerte de unidad compositiva complementaria en el recargado microcosmos que es la vivienda: el amo, hombre rotundo y de complexión gruesa, narcisista voluntarioso, y su asistente, joven mudo, pálido e insignificante. Tal como ocurriese en la primera versión, la dinámica que crepita bajo esta cotidianidad director-asistente se apoya en una lógica sadomasoquista, aquí desprovista de sensualidad y que, sin embargo, resulta imposible de concebir de otra manera: un pacto, un diálogo en el que el subyugado y el déspota solamente pueden existir definiéndose a través sus actos hacia el otro. Un Denis Menochet desmedido y brillante encarna al Peter von Kant de Ozon: criatura fascinante y excesiva, un hombre condenado a la autodestrucción por su propia egolatría melancólica. Este niño-animal, cuya única manera de reconocer al otro es como una prolongación de sí mismo y su deseo, exigiendo gratitud y admiración a partes iguales, se encuentra de repente absolutamente obnubilado ante la visita del joven Amir (Khalil Gharbia), entregado casi como una ofrenda por la diva Sidonie (interpretada intachablemente por Isabelle Adjani), egomaníaca como Von Kant y tal vez por ello mismo, amiga estrecha.

    Amir, el inexperto y tímido objeto de deseo, representa el contraplano del atribulado Von Kant: un efebo atlético, inculto y huérfano; banal y hedonista pero hambriento de ser, de existir en la retina, en la memoria de los otros. Von Kant le promete el mundo a Amir, a cambio de su cuerpo, y le declara un amor histérico que solo puede comprenderse desde la demencia. Los dos se enzarzan, ante la mirada indiscreta del eunuco Karl, en una relación tórrida que bascula entre los roles paterno-filial y maestro-aprendiz. El voraz Amir se rebela muy pronto contra el statu quo y condena al dominante von Kant a una espiral de hedonismo, de cocaína y gin-tonics a media mañana, llegando casi a rozar el ridículo, mientras la delicadeza de la cámara observa, con análogos recursos técnicos a la obra de Fassbinder, un desarrollo teatral en el que este San Sebastián se desprende de su martirio y reclama el derecho a configurarse como sujeto en lugar de objeto, capaz también de ser cruel, de ser sádico. Los rasgos cómicos y paródicos de Von Kant —alejados del humor epatante de Sitcom (1998)— pronto van deformándose hacia una espiral autodestructiva, una histeria de cristalería contra la pared y destrucción de mobiliario que ni la visita de su hija (Aminthe Audiard), de una rectitud moral casi caricaturesca, ni la de su propia madre (Hanna Schygulla), recuerdo de una infancia plácida y feliz, logran aplacar; catarsis tras la cual asoma el silencio de la autoconsciencia, el descubrimiento del autoengaño: para Peter von Kant el amor no es más que otra forma de posesión. Ozon demuestra que, como en la Pintura, como en la Historia del Arte, en general, no solo es perfectamente legítimo, sino, además, necesario realizar iteraciones sobre un elemento común y generar distintas variaciones, interpretaciones similares, complementarias o contrapuestas, pero en todo caso autónomas. Como ya ocurriese con San Sebastián, que es el mismo en Reni, el mismo en El Greco y en Zárraga, y a la vez completamente original en cada una de sus representaciones, esta nueva versión de Petra von Kant es una obra propia, que toma el cierto gusto por el barroquismo compositivo de su antecesora, reemplaza los maniquíes y las pelucas con enormes posters, cámaras y bovinas, y reinterpreta aquella estética decadente de tonos dorados de Gustav Klimt en clave de rojos saturados pop de Pedro Almodóvar (también deudor de Fassbinder), sin renunciar a la teatralidad (las cuatro estaciones como cuatro actos) ni al foco en los paisajes emocionales excesivos. (Luis Enrique Forero Varela – ElAntepenúltimoMohicano.com)

     

  • Eté 85 (François Ozon – 2020)

    Eté 85 (François Ozon – 2020)

    En Eté 85 las vacaciones de verano acaban de comenzar y esta historia cuenta cómo Alexis empieza a crecer. ¿Con qué sueñas cuando tienes 16 años y viven en un pequeño pueblo de la costa de Normandía en los años 80? ¿Con tener un mejor amigo? ¿Con hacer un pacto de amistad que dure para siempre? ¿Con correr mil aventuras en barco y en moto? O quizás sueñas con la muerte…

    • IMDb Rating: 6,9
    • RottenTomatoes: 80%

    Película / Subtítulos (Calidad 1080p)

     

    La exacerbación de los deseos y de los sentimientos, la intensidad en la que cada segundo adquiere dimensiones de bucle temporal, choques de emociones contradictorias, secretos compartidos y pactos, la búsqueda del otro reflejada en el amor, el coqueteo con el riesgo y la zona eléctrica donde se entremezclan Eros y Thanatos: todo en un contexto cotidiano de lo más banal, entre padres, instituto, vacaciones y planes de futuro vacilantes. La adolescencia es la edad de sumergirse en lo desconocido, de las transiciones nebulosas, de las alegrías instintivas y de los sufrimientos profundos, el tiempo del romanticismo por excelencia.

    François Ozon se sumerge en este estado palpitante y en sus perfumes evanescentes con Eté 85, que recibió la etiqueta Selección Oficial Cannes 73. La película se estrena en los cines franceses el 14 de julio y hará su presentación internacional en la 68ª edición del Festival de San Sebastián. Una cura de juventud en la “teen movie” que a priori no parece caer en errores como la nostalgia o la distorsión de la percepción dilatada del presente, pero que el director aprovecha con brillantez para firmar una obra universal, un relato que reposa sobre resortes sensoriales simples y narrado de una forma sofisticada.

    “La historia de un cadáver, que conocí cuando estaba vivo, y cómo se convirtió en un cadáver”. Eté 85 sucede en Tréport, una pequeña ciudad balneario normanda con sus playas de guijarros y acantilados. Alexis (Félix Lefebvre), de 16 años, custodiado por gendarmes y luego frente a una educadora que le suplica que le explique lo ocurrido, narra los acontecimientos a través de la escritura. Entra en escena el futuro cadáver, David (Benjamin Voisin), de 18 años, que aparece de repente en el océano y salva a Alexis de morir ahogado después de un naufragio. El primero es carismático, benevolente, independiente, estimulante, temerario, un poco fiestero, amante de la velocidad sobre su moto y con una madre que le da libertad (Valeria Bruni-Tedeschi). El segundo está en plena incertidumbre, introvertido, tierno y no se siente a gusto con su familia de clase obrera (Isabelle Nanty y Laurent Fernandez). Surge un idilio apasionado, un primer amor resplandeciente para Alexis, lleno de juramentos “para la vida y para la muerte” y de latidos que parecen al unísono. Pero a David le gustan las montañas rusas y pronto comienza el “principio del fin”…

    François Ozon traslada la novela Dance on My Grave, de Aidan Chambers, a la Francia de mediados de los años 80 y le añade algunos recuerdos personales para crear una mezcla encantadora, que combina realismo y fantasía, y trabaja con habilidad el suspense a través de pistas falsas y la atmósfera mediante el Súper 16. Un montaje de orfebrería bajo el sol estival y las noches a orillas del mar, que reconstruye a la perfección las paradojas de la ligereza y de la gravedad, y los umbrales tumultuosos que atraviesa el amor adolescente, en esta especie de intoxicación (peligrosa) de la pureza del oxígeno enrarecido que ofrecen los rayos y sus nuevos territorios. (Fabien Lemercier – CinEuropa.org)

  • L’Amant Double (François Ozon – 2017)

    L’Amant Double (François Ozon – 2017)

    En L’Amant Double, Chloé es una joven frágil que se enamora de su psicoterapeuta, Paul. Unos meses más tarde, cuando se van a vivir juntos, ella descubre que su amante le ha ocultado una parte de su identidad, con la que Chloé se obsesionará

    • IMDb Rating: 6,2
    • RottenTomatoes: 71%

    Película / Subtítulos (Calidad 720p)

     

    François Ozon es, sin duda, uno de esos cineastas cuya obra reconocerías a ciegas. Su personalidad obsesiva, misteriosa y perversa va de la mano de todas sus películas en las que el realizador francés explora una cierta unidad temática donde la mente se retuerce sobre sí misma hasta hacer explotar todas las referencias a las que se aferra el «yo», y con ellas también las convenciones sociales. ‘L’Amant Double es todo eso elevado a la enésima potencia. Puro Ozon. Un Ozon perverso y descarnado, un Ozon que roza los límites de la moral social de una forma tan extrema como estimulante en su más cruel expresión. Un Ozon oscuro y laberíntico. Un Ozon reconocible pero retorcido como nunca, bailando al filo de géneros y temas. Ozon al borde.

    Nada es lo que parece, pero no hay una interpretación correcta para nada en L’Amant Double, como en la vida misma. Chloé es una joven apática que a pesar de sus apenas veintitantos se define cansada de vivir. De vuelta de un pasado reciente como modelo, se encuentra vacía, asqueada y derrotada ante la perspectiva de rehacer su vida en cualquier sentido estimulante. Así recala en la consulta de Paul, un atractivo y misterioso psiquiatra con el que empezará de cero. Como si volviera a nacer, en una especie de tabula rasa, el encuentro de dos personajes sinuosos y sombríos con un importante bagaje conflictivo a sus espaldas, llevará a la exploración de la propia identidad de la joven y la de su amante, quien parece ocultar un importante y siniestro secreto, que desatará la obsesión de Chloé.

    Marine Vacth repite como actriz fetiche del cineasta después de su descubrimiento en la no tan lejana Jeune et Jolie, 2013 en la que el francés la daba a conocer con tan solo 22 años. La protagonista, que explora esta vez no sólo su cuerpo sino también su psique, impresiona de nuevo con un gran trabajo de enorme fisicidad que va más allá de lo corporal y llega a todos los rincones de la mente en una especie de ramificación perversa en la que podría ser una continuación de su personaje anterior con el cineasta, formando así otro de los rompecabezas favoritos de Ozon. La otra pieza importante del puzle es el, maligna y bellamente, enigmático Jérémie Renier, que con su apariencia más sombría, entre carismática y manipuladora, retuerce la representación de la dicotomía entre el bien y el mal. Una actuación electrizante y sugerente que, junto a la misteriosa curiosidad de Vacth, resulta de un magnetismo magnífico.

    Enigmática e hipnótica, pero también excesiva y perversa, L’Amant Double devuelve al cineasta a la exploración de los temas clave de su cinematografía, después de ponerlos a un lado en su anterior y excepcional, Frantz (2016), en la que narraba una historia de amor bajo el telón de la Europa entre guerras. Si bien todavía siniestra y retorcida en torno a un triángulo imposible, un oasis aislado dentro de su filmografía. Tras esta incursión en el género histórico en un inusual blanco y negro claro y luminoso, el que anteriormente firmaba la voyeurista Dans la Maison (2012) y forzaba los límites sociales del género y la sexualidad en la inquietante Une Nouvelle Amie (2014), regresa al terreno sombrío e incómodo en el que parece sentirse más a gusto, y recupera así sus temas favoritos y los retuerce hasta la extenuación.

    Obsesiva y laberíntica, L’Amant Double se adentra en el espejismo de los dobles juegos encarnado en el doblete de Renier, que representa a Paul y Louis al mismo tiempo: contrarios y complementarios. Así las imágenes dobles, reflejos y espejos cobran una vital importancia en un relato que se configura en torno a la propia representación del ego y su contradicción, de forma que la realidad y su proyección se confunden y entrecruzan. En un arrebato turbio, el cineasta explora temas como el deseo y la seducción como una aberración insana del amor propio y la búsqueda del «yo» más profundo para satisfacer los propios anhelos y necesidades afectivas. Esa lucha de uno mismo con su oposición se canaliza en la obra de Ozon en forma de atracción entre similares y contrarios y se proyecta, por extensión, en la figura de los hermanos gemelos.

    El tema de la maternidad, concebida de forma compleja, cruzando de nuevo las fronteras del transgénero y serpenteando entre la feminidad y la masculinidad de unos personajes que se bifurcan y se funden en uno mismo, se entremezclan y retuercen, haciendo estallar las convenciones identitarias, de la misma forma que dinamita los géneros cinematográficos. En esa ligera deformación de apariencia cambiante que se manifiesta en la barrera entre géneros, lo que inicialmente podría ser un drama que reflexiona sobre la propia existencia, evoluciona hacia un thriller psicológico que, si bien no tiene ninguna ambición de entrometerse en el género, toma prestadas múltiples referencias, convirtiéndose en una obra poliédrica donde cada cara genera la ilusión de un espejismo.

    En un cruce de referentes que apelan al terror más clásico de The Shinning, (1980) o Rosemary’s Baby, (1968), e incluso quizá también con un toque de Alien (1979), por sus encuadres y temas de fondo, Ozon da la vuelta y expulsa a estos grandes hitos del género para colocarlos en un nuevo contexto de arthouse europeo vestido de thriller, que confiere al film un aire incluso más terrorífico. Despojado pues de lugares comunes a los que aferrarse, y ya del todo desarmado, el espectador queda al solo amparo de los trucos de la mente.

    Insana, obsesiva y agresivamente sexual, más que sensual, erótica, voyeurista y en cierto modo andrógina, L’Amant Double aglutina todas las referencias de la marca Ozon para dar como resultado un conjunto siniestro y trastornado, al tiempo que estimulante, que revela la autoría de una mente compleja que vierte parte de sus preocupaciones en su cine de forma recurrente. Una de sus más oscuras propuestas, sin duda. (Sara Martínez Ruiz – Espinof.com)

  • Dans la Maison (François Ozon – 2012)

    Dans la Maison (François Ozon – 2012)

    En Dans la Maison, un profesor de literatura francesa, desalentado y hastiado por las insulsas y torpes redacciones de sus nuevos alumnos, descubre entusiasmado que, por el contrario, el chico que se sienta al fondo de la clase, muestra en sus trabajos un agudo y sutil sentido de la observación. Este chico, que se siente extrañamente fascinado por la familia de uno de sus compañeros, escribirá, animado por el profesor, una especie de novela sobre esa familia (y también sobre el profesor), en la que es difícil distinguir entre realidad y ficción.

    Mejor Película y Mejor Guion (Festival de San Sebastián 2012)

    Mejor Guion (Premios del Cine Europeo 2013)

    Premio FIPRESCI (Festival de Toronto 2012)

    • IMDB Rating: 7,4
    • Rottentomatoes: 89%

    Película / Subtítulo (Calidad 720p)

    ‘El chico de la última fila’, que perfectamente podría haber servido de traducción española para distribuir Dans la maison (2012), de François Ozon, es el título de la obra de teatro de Juan Mayorga en la que el director francés se inspira libremente para obrar esta lúcida maravilla que mañana llega a los cines.

    Un profesor desencantado con sus alumnos y amargado con la vida en general lee sorprendido a su esposa una intrigante crónica sobre cómo un alumno se cuela en la casa de uno de sus compañeros, que ha encontrado entre las redacciones anodinas e insuficientes que suele recibir como deberes de sus clases de lengua.

    Esto da pie a un prisma de múltiples lecturas, como son la confusión entre autorías, la figura del maestro o mentor, el juego entre realidad y ficción –que se van fusionando más según avanzan los minutos, en especial desde la intromisión del profesor en la ficción del chaval, como lo hace en muchas ocasiones el alter ego de Woody Allen–, ciertos asuntos sociales y mucha crítica a la falsedad del arte moderno y de la pose intelectual. Sobre la enseñanza reglada, que tantas veces se ha utilizado como argumento para films reivindicativos, François Ozon también señala algún aspecto con intenciones críticas, pero no este contexto es más que un marco ambiental para hablar de fantasía y creación.

    Asistimos, también, a la creación de una obra literaria, por lo que la película Dans la Maison incluye, además de todo, lecciones fundamentales sobre creación, que van formulando un estudio sobre los géneros, los estereotipos y los cánones artísticos desde el teatro clásico a la televisión contemporánea. Desde Sherezade hasta Victor Hugo no han cambiado tanto los recursos narrativos. El plano final, acompañado de las palabras que lo apoyan, es evocador y provocador, pues quiere decirnos que tras cualquier ventana se esconde una historia que merece ser contada.

    Tal cantidad de contenido en Dans la Maison se envuelve en una divertidísima trama que no elude el humor y que se va complicando con cada nueva página entregada, sustentada por la perversa y seductora mirada de un joven autor enigmático, del que nunca se sabe si lo oculta todo o si todo lo deja traslucir.

    Los protagonistas de Dans la Maison están espléndidos, mérito que puede achacárseles tanto a ellos y a la dirección de actores, como a la base de guion que les ofrece personajes con una construcción muy completa y diálogos fabulosos que seguro que da tanto gusto declamar como escuchar.

    El joven Ernst Umhauer, que podría parecer apocado a simple vista, tiene una capacidad para lanzar una mirada aviesa en los momentos oportunos y puede tanto someterse al profesor durante las clases como enfrentarse a una mujer madura de clase media cual si ya fuese un hombre. El profesor, Fabrice Luchini, es igualmente expresivo con sus gestos y miradas y borda cada uno de sus instantes.

    Igual de acertados están los secundarios, hombres y mujeres. Kristin Scott Thomas funciona como interlocutora del protagonista, pero tiene su trama propia y mucha personalidad. Emmanuelle Seigner, como tipo de mujer opuesto, lo expresa todo sin apenas manifestarse, permite ser estudiada y deja su personaje tan abierto que cualquiera de las opciones que se le achacan resulta verosímil.

    Como informábamos a los pocos instantes de su entrega, Dans la Maison obtuvo la Concha de Oro del último festival de Cine de San Sebastián, así como el Premio del Jurado al Mejor Guion. En Toronto recibió el premio de la crítica del Festival de Toronto. Merecidos premios para esta película que Ozon ha hecho suya, no solo por ser un director completo que adapta el guion y maneja la cámara, sino porque en ella están sus inquietudes intelectuales y porque en ella su amor al cine queda patente a través de su discurso como creador.

    Poco más hay que decir salvo invitar a verla, animar a cualquiera a que se acerque a los cines desde esta tarde en Madrid y desde mañana en el resto de España. Por una vez, lo que llega desde prestigiosos festivales no es cine plomizo o snob. Dans la Maison es una película con mayor contenido, profundidad y capas de lectura que muchas de las que dan esta imagen al cine de autor. Pero es, además y por fortuna, entretenida, cómica y muy memorable. (Beatriz Maldivia – espinof.com)