Categoría: Federico Veiroj

  • Acné (Federico Veiroj – 2008)

    Acné (Federico Veiroj – 2008)

    En Acné, Rafael Bregman es un chico de 13 años de la colectividad judeo-uruguaya. Ya debutó sexualmente con la empleada doméstica de su casa, pero nunca ha besado a una chica. Tiene un acné rutilante en su cara y eso le amedrenta. La película trata del deseo de este chaval de intentar besar a la chica que le gusta en un entorno donde las cosas no son fáciles. Todo está cambiando, y no sólo su cuerpo; su familia se está desarmando sutilmente.

    • IMDb Rating: 5,2

    Película (1080p)

     

    Presentada en 2007 en la prestigiosa Quincena de Realizadores de Cannes, nominada más tarde al Goya al Mejor Film Extranjero, Acné, ópera prima de Federico Veiroj (Montevideo, 1976), tal vez sea el eslabón perdido que conduce de Rapado a Verano del 42. O de Nadar Solo a El Mal de Portnoy, si se prefiere. Coproducida por la compañía argentina Rizoma, Acné narra la adolescencia –como las óperas primas de Martín Rejtman y Ezequiel Acuña– desde una cierta parquedad expositiva y un marcado control sobre cada uno de sus planos. No por ello deja de responder –como el film de Robert Mulligan o la casi contemporánea novela de Philip Roth– a los códigos más clásicos del género “comedia de iniciación”. Comenzando por el más básico de ellos: la humorística complicidad con la ansiedad sexual del protagonista (judío, para más datos, como Alexander Portnoy).

    Alumno de tercer año en un colegio privado en el que se enseña hebreo y se aprende la Torá, mientras el profesor de Historia diserta sobre la Francia del siglo XVII Rafa Bregman (el enrulado Alejandro Tocar) juega al ta-te-ti con sus compañeros, dibuja penes en su cuaderno o se abstrae observando a la bella Nicole, a la que los chicos más grandes miran con ganas. En ese lugar que está entre el ta-te-ti, la genitalidad y el deseo primaveral parece encajada la vida de Rafa, a quien su hermano mayor le consiguió un debut con la shikse. Las máscaras de apio que le aplica la cosmiatra no logran frenar la invasión de granitos en la cara, y eso no hace más que incrementar su natural timidez. Tampoco sirven de mucho las instrucciones para el levante perfecto dadas por el más experimentado de sus amigos. Rafa toma puntillosa nota de ellas en una libretita, y no dudará en consultarlas en presencia de Nicole. Pero Nicole es casi tan tímida como él, y se va.

    La atenta observación del detalle, el buen oído coloquial (aunque el habla de Rafa y sus amigos derive a veces en dicciones trabadas) y un rigor estético no tan férreo como para ahogar el humor son algunas de las virtudes más evidentes de Veiroj, ex asistente de la dupla Stoll-Rebella y autor ya de una segunda película, La Vida Útil, que confirma y consolida todo lo mostrado aquí. Llevada por la talentosa Bárbara Alvarez (25 watts, Whisky, El Custodio, La Mujer sin Cabeza), la cámara se mantiene a distancia justa, se mueve sólo cuando es imprescindible y corta lo menos posible. Repartida de modo difuso y parejo, la luz es bella y funcional. El poder de síntesis, el pudor expositivo, alcanzan, en ocasiones, elocuencia máxima. Sobre todo en el plano único en el que tres chicos espían, desde detrás de la puerta, un trámite de divorcio, con la cámara espiándolos a su vez desde lejos.

    Tan aguda como para sugerir, mediante el parecido de las actrices, que a Rafa la mucama, la puta y la cosmetóloga le dan más o menos lo mismo, la mirada de Veiroj no condesciende a prejuicios y encasillamientos. Rafa será tímido, pero eso no le impide escaparse de casa a la noche, fumar, tomar whisky y jugar al poker con los amigos o pedir favores especiales en un prostíbulo. Tampoco que lo manden a dirección, de-sentumecerse escuchando The Clash al mango o extremar, a fuerza de imaginación, un vasto e instructivo repertorio masturbatorio. Repertorio heredado quizás a la distancia, vaya a saber, de un congénere neoyorquino llamado Alexander. Cuarenta años atrás, este tal Alexander desplegaba un catálogo parecido al de Rafa Bregman, en una novela en la que, como aquí, el deseo y la curiosidad sexual eran tan fuertes que hasta lograban traspasar la mismísima culpa judía. (Horacio Bernades – Página12.com)

  • Belmonte (Federico Veiroj – 2018)

    Belmonte (Federico Veiroj – 2018)

    A Belmonte, interesado en retratar al ser humano, sus pliegues, su desmesura, se le acerca una muestra de pintura en el Museo de Artes Visuales de Montevideo, pero él está más ocupado pensando en los cambios que vive su familia: su ex mujer está embarazada, fruto de la relación que mantiene con otro hombre, y percibe que su hija, Celeste, pasará menos tiempo con él cuando nazca su hermano. Belmonte necesita la brújula que le supone estar con su hija, preparar su almuerzo, acompañarla a la escuela y, sobre todo, comenzar a compartir con ella su mundo interior sin esconder las preocupaciones, aunque sean propias de un adulto.

    Astor de Plata al Mejor Guión en el Festival de Cine de Mar del Plata

    • IMDb Rating: 6,2
    • RottenTomatoes: 92%

    Película

    https://www.youtube.com/watch?v=Ve_CrA0ELfE

     

    Javier Belmonte es un artista un tanto solitario y circunspecto. Se comunica con poca gente y, cuando lo hace, no le sobran palabras. Con quien se suelta un poco más es con su hija, Celeste, que vive con su madre, de la que se ha separado hace un tiempo y con la que no se lleva del todo bien. La vida de Belmonte (casi nadie lo llama por su nombre, casi todos por su apellido) es el centro de la nueva película del director uruguayo de La Vida Útil y El Apóstata, una acaso más pequeña que las precedentes en términos de tamaño y ambiciones (la hizo en muy poco tiempo y ya tiene lista una nueva y más “grande” protagonizada por Dolores Fonzi) pero con similares búsquedas que van del realismo más “uruguayo” posible a los clásicos vuelos estilísticos y estilizados tan propios de su obra previa.

    El conflicto en Belmonte es interior, ya que más allá de algunas situaciones ocasionales (la tensión con su mujer quien está embarazada de su nueva pareja, la confirmación de que su padre, un septuagenario, parece llevar una vida paralela gay), la tensión principal está en su propia crisis: con su obra, con su familia, con su vida. Sus cuadros (la mayoría de hombres desnudos) tienen éxito pero a él nunca se lo nota contento. Vive algunas extrañas situaciones sexuales con señoras que adquieren sus cuadros (esa escena, musicalizada con “El carnaval de los animales: Aquarium”, de Camille Saint-Säens, el tema que se usa como cortina en el Festival de Cannes, es excelente) y, en paralelo, va cruzándose con su padre (Tomás Wahrmann) y el que aparenta ser su joven pareja, en conciertos de música clásica y operas en el Teatro Solís de Montevideo. Pero nunca mencionan el tema. Acaso algo ligado a eso sea lo que tiene a Belmonte en conflicto consigo mismo.

    Belmonte encuentra algún espacio de tranquilidad o contención (de ella hacia él, curiosamente) cuando está con su simpática hija pero no parece casi nunca alcanzarle para sacarle una sonrisa, tal vez porque no sabe muy bien qué hacer con ella y se molesta cuando la niña quiere volver con su mamá. Hay algún coqueteo e intercambio sexual, pero tampoco parece querer explorar demasiado por ese lado, al menos con personas del sexo opuesto. Con el rostro bastante pétreo y cara de pocos amigos, Gonzalo Delgado (guionista, director de arte, pintor real de lo cuadros que se ven en la película, pero que casi no tiene experiencia actoral) compone muy bien un personaje un tanto inescrutable pero, a la vez, identificable: un tipo que atraviesa una crisis de la mediana edad en la que siente que el éxito laboral que forjó no le alcanza para sentir nada parecido a la felicidad.

    Es una búsqueda introspectiva pero nunca verbalizada, lo cual evita que la película caiga en cualquier tipo de psicologismo tradicional, algo que el propio personaje detesta cuando se analiza su obra. Y eso vuelve su devenir un tanto más misterioso, errático, disperso. En manos de Veiroj, Belmonte se permite espacios para algunos planos elaborados y largos, situaciones musicales (especialmente clásica, algo de tango y un curioso respiro de cancionero popular en la rambla) y momentos ligeramente absurdos de desencuentros, silencios o respuestas que descolocan. Acaso el leit motiv de la película esté en la canción de Leo Masliah “Imaginate m’hijo” que se escucha promediando el filme. Una humorística pero a la vez dolorosa oda a la desesperanza y a la aceptación del mundo que nos tocó en suerte. Como la propia película. (Diego Lerer – MicropsiaCine.com)

  • El Apóstata (Federico Veiroj – 2015)

    El Apóstata (Federico Veiroj – 2015)

    Para olvidar el pasado, mirar al futuro y poder emanciparse, Tamayo, un hombre de unos treinta años, decide apostatar ante la institución eclesiástica. Durante el arduo proceso burocrático, recordará la intermitente relación que mantiene con una prima, algunos actos crueles de su niñez, su vínculo con una espiritualidad ajena y sus dificultades para seguir el camino paterno. Tamayo es el apóstata.

    • IMDb rating: 6.1
    • RottenTomatoes: 71%

    Mención especial en el Festival de San Sebastián 2015

    Premio FIPRESCI en el Festival de San Sebastián 2015

    PelículaTrailer

    En medio de un vendaval de premiados títulos latinoamericanos que parecen manejar variables del mismo miserabilismo for export, la película de Federico Veiroj es un regalo a los sentidos, un descanso de tantas torturas, sacrificios y maltratos a los personajes y a los estómagos de los espectadores. Sí, es cierto, El Apóstata es más una película española que uruguaya, pero la sensibilidad creativa de Veiroj sigue ahí, como en sus películas previas: ácida, extrañada, desafiante, original, fascinante. En otras manos, esta película sobre un joven español que decide “apostatar” (ser excluido de todos los registros de la Iglesia Católica) podría haber sido tanto un drama oscuro como una película de denuncia convencional. En manos de Veiroj es un producto inclasificable: un poco Luis Buñuel, un poco Nanni Moretti y mucho de un coctel creativo y cinéfilo que a esta altura ya es una marca registrada del realizador de La Vida Útil

    Más allá de la excusa argumental que lleva al protagonista, Gonzalo Tamayo a recorrer distintos “pasillos del poder” de la iglesia tratando de conseguir, legalmente, que le saquen el carnet de un club al que no quiere pertenecer, El Apóstata es el retrato de un joven confundido, un poco letárgico, que no sabe muy bien qué hacer con su vida y que sigue enamorado, como en su infancia, de su bella prima. La familia, tradicional, está espantada con él: con su poca dedicación al estudio, al trabajo y, en especial, con la vergüenza que implicaría tener un apóstata en la familia. Y él, un poco para tener un objetivo en su desordenada vida, se obsesiona con la tarea legal que, cada vez, se va volviendo más bizarra, con sueños y pesadillas religiosas que lo van invadiendo.

    Veiroj va contando El Apóstata en forma de la lectura de una carta, con viñetas específicas y muy distintas entre sí y con un uso de la música (diegética y extradiegética) que es único en el cine iberoamericano. Si bien sus historias tienen mucho de lo que podemos llamar “la vida real”, su tratamiento cinematográfico deja en evidencia el gesto, el juego, transmite la idea de que lo que estamos viendo es Cine.

    La cada vez más bizarra y tierna historia –los personajes de Veiroj son siempre adorables aún en sus fastidiosas y un tanto ridículas maneras de actuar– y, en especial, el tratamiento que el realizador uruguayo da a sus materiales se acrecienta y valora aún más en un panorama cinematográfico como el reciente de América Latina en el que la sensación de “divertimento”, de contar un cuento que no responda a los cánones que han pasado a volverse tradicionales y previsibles, es cada vez más difícil de encontrar.

    Si bien es distinta su búsqueda en lo específico, el cine de Veiroj está más cerca del de Martín Rejtman, Miguel Gomes, Matías Piñeiro, Isaki Lacuesta, Fernando Eimbcke o su compatriota Pablo Stoll, entre otros, que en la mayoría de los que hoy ganan premios en los grandes festivales internacionales. Se nota en su libertad creativa, en su apuesta por el humor, por el absurdo y un romanticismo sincero que transmite cada plano de sus películas. Y en su amor por las personas y, sobre todo, su amor por el cine como un espacio para la libertad creativa, el juego y la alegría. (Diego Lerer – micropsia.otroscines.com)